jose hernandez

"...no teniendo muy claras tachas que oponerme, mis oponentes debaten seriamente mi título recibido de loco. Toda la educación popular era nueva, y yo estaba solo como un visionario. Loco. ¿Las Islas del Tigre? Loco. ¿Las tierras de Chivilcoy? Loco. ¿El cercar las estancias? Loco. ¿El no creer en nuestros doctores y promover la reforma universitaria como lo estaba haciendo Lord Lowe en el parlamento inglés? Loco. Loco."

Domingo Faustino Sarmiento

 

La centralidad de la mujer

en la Revolución de Mayo

(A Hebe Beatriz Bussolari, y los felices años 

en que merodeamos juntos estas ideas) 

                                                                

                                                                                                                     Por Luis Urrutia

 


Por lo general, la literatura historiográfica centró su relato en la épica y el pensamiento de los grandes hombres, el procerato.

En el extremo de esa tendencia, celebró disputas alrededor de una necesidad extendida en la conciencia social: la de llevar a la cima a una sola figura, a la manera de un semidiós motor y guía de ese acontecer. Así emergen San Martín y Bolívar como “libertadores”.

En raro contraste con este elitismo, adorno espiritual necesario a la pasividad política de las mayorías, José María Ramos Mejía, en la iniciación de la sociología argentina, es tal vez, con “Las multitudes argentinas”, el primero en señalar y documentar entre nosotros, al menos con el debido énfasis, el decisivo protagonismo de las masas anónimas en los grandes aconteceres históricos. ¿Acaso enseñaron en las escuelas que el Cabildo del 25 de mayo, poblado de españoles reaccionarios y patriotas vacilantes, fue sitiado por los orilleros, y que la mismísima Primera Junta de Mayo “brotó de la inspiración de un caudillo que surgió del seno de la misma multitud”? ¿Que el “fogoso Berutti, iluminado por una de sus inspiraciones súbitas”, “tomó la pluma y escribió varios nombres que fueron los de los miembros del primer gobierno”? (1)


La espontaneidad y determinación de ese pueblo bajo que provocó el desenlace revolucionario, se lee en la improvisación del armamento que transportó a la Plaza Mayor: “Gruesos pistolones bostezando por sus anchas y sucias bocas, trabucos con descomunales piedras, una que otra garabina con los movimientos anquilosados tras largos sueño en los desvanes polvorientos, agudos estoques, espadines inofensivos, cuchillos, facones, chuzos y hasta la afilada gurbia del criollo zapatero…”. Era muy efectiva, sin embargo, esa precariedad, porque las tropas de los cuerpos armados, que teóricamente debían reprimir a ese pueblo, ya habían confraternizado con su causa.

Por cierto que este extraordinario episodio, a cargo de las masas activas y opinantes que Ingenieros identificó en el pueblo de la capital colonial, no fue el único aporte trascendente con que los hombres del llano pusieron su sello a la conformación nacional.

Dice Alfredo Palacios, refiriéndose aquí al pueblo del interior, en circunstancias de la llamada anarquía del año XX: “Necesario es reconocer que las masas semibárbaras tenían algo más que instintos  brutales… La libertad de comercio empobreció a las provincias  con la ruina de la economía doméstica y la desaparición del artesano.

“Los mejores hombres de Buenos Aires, por su talento y preparación, se sintieron consternados frente a la situación inquietante y temieron por la independencia. Creían que todo naufragaría en el desorden y pensaron como solución en la monarquía constitucional. Lord Strangford, siempre vigilante en defensa de los intereses comerciales de Gran Bretaña, urgía al Director Sarratea para que enviase comisionados a España a objeto de  gestionar la independencia sobre la base de una monarquía constitucional, o el nuevo vasallaje con un gobierno de libertad civil. Las masas semibárbaras nos salvaron”. (2)

Sí. El manipulable pueblo bajo, esta vez, acostumbrado a vivir sin rey, no aceptaba volver atrás.  A su vez, ese clima antimonárquico se venía preparando desde mucho antes de Mayo y las invasiones inglesas. Emergió a raíz de otra inspiración plebeya, la sublevación de Túpac Amaru. Su influjo se extendió por todo el continente e impactó con tal fuerza en el Río de la Plata, que se estampó en los mismos versos del Himno Nacional:

Se conmueven del Inca las tumbas

Y en sus huesos revive el ardor,

Lo que ve renovando a sus hijos

De la patria el antiguo esplendor

 

La memoria oral es efímera y frágil. Y no hay una historia escrita por el pueblo bajo. Pero algo nos enteramos de sus sentimientos hacia la rebelión de los indígenas altoperuanos, a través de la sí escrita alarma de sus opresores. 

“En un documento de 1781 dice el virrey Vértiz que percibe en todas partes "si no una declarada adhesión a las turbulencias que hoy agitan al Perú, por lo menos una frialdad e indiferencia al oír los horrores que se cometen". En una carta al ministro de Indias del 30 de abril de 1781 Vértiz confiesa: "La capital de Buenos Aires y sus costas de Norte a Sur, si se verifica la expedición de los ingleses, no tiene otro recurso para su defensa que este cuerpo de milicias disgustadas, y vacilante su obediencia por imitar a las gentes del Perú, por lo que no se ha tenido por conveniente trasladar alguna parte de ellas a esta plaza" (de Montevideo).” (3)

Si la historia erudita llevó a un segundo plano el sentir del pueblo, convirtiéndolo a lo sumo en diapasón que vibra pasivamente ante la inspiración del gran hombre, no pudo obviar completamente que se expresara en las multitudes que reseña Ramos Mejía.

¿Pero qué ocurría con las mujeres, invisibles en su habitual dispersión doméstica? ¿Fueron simples coreutas de la rebelión o fueron también inspiradoras de la gran decisión?

El 12 de diciembre de 1868, escribía Marx a Kugelmann:

“…Cualquiera que conozca algo de historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino.”

¿Se corrobora este aserto en nuestra revolución independentista? El siguiente pasaje de Mitre parece una elocuente confirmación:

“La caída de Cochabamba obedeció a falta de armamento, pero también a división en el mando. Arce, Comandante General y Antezana, prefecto, no depusieron diferencias ni ante la presencia del enemigo. Ante la falta de acuerdo, dividieron sus fuerzas por mitades.

Cuando la voluntad de resistir de los hombres flaqueó, en una Asamblea popular,  “las mujeres de la plebe que se hallaban presentes, dijeron a grandes gritos que si no había en Cochabamba hombres para morir por la patria y defender la Junta de Buenos Aires, ellas solas saldrían a recibir el enemigo. Estimulado el coraje de los hombres con esta heroica resolución, juraron morir todos antes de rendirse, y hombres y mujeres acudiendo a las armas, se prepararon de nuevo a la resistencia…” (4)


María Remedios del Valle

En las sociedades de clase, fundadas en el dominio social a través de la propiedad privada, persiste, subyacente en la familia monogámica, la comunidad gentilicia, que mantenía en propiedad común la tierra y los medios de vida. Es que ese núcleo familiar, en cuyo interior la propiedad no separa a los individuos, es el ámbito de la educación primaria del hombre, forma un espíritu de asociación despojado de interés privado, sin el cual ningún tipo de sociedad humana podría funcionar. Ningún orden social, por mercantilizado que esté, ninguna empresa, por privada que sea, subsistiría sin un enjambre de gestos gratuitos que brotan en la espontaneidad de la convivencia de sus integrantes. Pero la gens, que persiste de ese modo entre nosotros, es la supremacía moral de la mujer, es el matriarcado, que sigue actuando en las reacciones básicas del hombre. Cuando los regímenes de dominación entran en crisis y la sociedad, para no desintegrarse, se ve forzada a apelar a su sentimiento de comunidad, allí está presente el matriarcado, el ascendiente de la mujer guiando las reacciones sociales que buscan un orden nuevo, regenerador. En eso consiste el fermento femenino al que se refiere Marx.

La historia escrita ha rescatado el rol revolucionario de algunas mujeres de las clases altas de 1810 como Mariquita Sánchez de Thompson, Casilda Ygarzabal y Peña, Ana Riglos, Melchora Sarratea y Guadalupe Cuenca, como organizadoras o participantes de las reuniones sociales en las que se activó la propia trama de la dirección del movimiento independentista. También recuerda a heroínas guerreras como Juana Azurduy y Remedios del Valle.

Pero para hablar del rol central de la mujer en una circunstancia histórica refundante, no se trata de buscar ejemplos de mujeres que se salieron del círculo del hogar para desempeñar roles que desempeñaban los hombres, sino de encontrar ese fermento femenino de que habla Marx, en el conjunto social, esto es, la dignidad femenina diseminada socialmente, e internalizada en la propia conciencia masculina. Eso es lo que hallamos en el episodio que sigue, tan llamativo como ignorado.

 

¿Quién fue Bernardino González?

 

Gustavo Gabriel Levene, sobrino de Ricardo, fue un destacado historiador y escritor que transitó la obra erudita, la ficción y la fusión de esos géneros. Se siguen reeditando con señalado éxito hasta la actualidad obras suyas como “La Argentina se hizo así” o “Mi niñez en Catamarca”. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura por “Mariano Moreno”, una pieza teatral que integra su Teatro Histórico Argentino, editado en 1980.

Pertenece a ese mismo tomo de piezas teatrales, “Bernardino” que, como las otras, es un relato secundariamente de ficción, montado sobre reales personajes históricos y cuyos puntos nodales son también episodios documentados.

El drama se desata cuando el padre de Bernardino, Benito González, abogado y acaudalado comerciante español, rompe el compromiso de sus dos hijas, y expulsa a sus novios del hogar, en uso de sus atributos patriarcales. Ante el reclamo de los novios, que exigían el cumplimiento del compromiso formalizado, don Benito se declara, como padre, propietario de sus hijas, a quiénes podría vender si quisiera, según altaneramente manifiesta. Las hijas, a su vez, rompen con el padre y abandonan el hogar. Es allí donde Bernardino, muy influido por su tercera hermana, ciega, en solidaridad con sus hermanas, repudia al padre y se despoja de su apellido, adoptando para sí mismo el apellido de su madre, Rivadavia. Así fue como Bernardino González se convirtió, en adelante, para la sociedad y para la historia, en Bernardino Rivadavia.

Ante el hecho consumado de la Revolución, Benito, español y autoritario, adoptó la ciudadanía americana, como gesto de subordinación a la nueva autoridad. Sin embargo, cuando la nueva justicia dictaminó que debía entregar el parque de la casa a sus otrora inermes hijas, hachó los árboles en muestra impotente de su irreductible patriarcalismo.

 

¿Y quién fue Bernardino Rivadavia?


Bernardino Rivadavia

 

Si Bernardino hubiera sido un ciudadano americano más, habría lugar para interpretar su caso como una curiosidad, una excepción a la regla que no ponía en cuestión la vigencia real de un modo de vida regido por semejante sometimiento de la mujer. Pero se trata de Rivadavia, que llegó a ser no sólo un gobernante que marcó rumbos, sino un ídolo de la minoría ilustrada de la época.    Cuenta Vicente Fidel López, hijo del autor del Himno e integrante de la Generación del 37: “Si antes (Rivadavia) había sido uno de los hombres más notables del país, en 1821 fue recibido como el primero entre ellos. Su persona se hizo tan contagiosa que gran porción de los hechizados hizo suyos sus enfáticos modales… lo reconocieron como el punto céntrico del nuevo movimiento social, por una especie de asentimiento patriótico, completamente ajeno al espíritu de partido, que es por cierto el mejor elogio que pueda hacerse de esa época feliz…” (5)

¿La personalidad de Rivadavia, el “feminista”, podría haberse hecho “contagiosa”, modélica, si la sociedad revolucionaria no hubiera puesto al patriarcado en suspenso?

Esa parálisis del patriarcado, aún cuando no fuera más que el efecto de una efímera ensoñación colectiva libertaria e igualitaria, no pudo ser otra cosa que la suspensión del derecho de propiedad como medio de dominio social. Y esto lo encontramos en el clima de época, según interpreta también Alfredo Palacios: “Los más caracterizados actores de la Revolución…no concebían el derecho patrimonial como inherente a la naturaleza humana, si no se sancionaba la propiedad de todos a los medios de existencia. Para comprender hasta qué punto esta interpretación se adapta a la índole de nuestro pueblo, bastará recordar que Rivadavia, continuador de Moreno en la orientación revolucionaria, intentó conservar la tierra como patrimonio común de todos los argentinos.” (6)

Si recordamos que el matriarcado está históricamente unido a la propiedad común de la tierra, resulta perfectamente coherente que Rivadavia y toda un ala revolucionaria de Mayo hayan enaltecido el ascendiente social de la mujer junto con la reivindicación popular sobre la tierra.

La importancia revolucionaria de lo femenino en la Revolución de Mayo, se derivaba de un poderoso elemento estructural.

Existía entre los blancos españoles (clase superior), y los blancos criollos (clase subalterna). un conflicto social peculiar, puesto que se daba dentro de las mismas familias blancas.

El hombre blanco español, solía casarse con una criolla y tenían hijos criollos. Esto hacía que el jefe de familia tuviera prerrogativas de clase sobre su esposa y sus hijos. Es natural que, cuando la autoridad española entra en crisis y se entra en una etapa revolucionaria, las madres criollas, hayan apoyado a sus hijos criollos contra su marido español. El caso del hogar de Rivadavia respondía a una situación típica y por eso la ruptura de Bernardino con su filiación paterna no sólo no resultó escandalosa, sino que hasta pudo proporcionarle prestigio social entre los criollos. 

Mariquita Sánchez de Thompson

Las mujeres ilustres de la Revolución, lo mismo que la filiación materna de Rivadavia, demuestran la aceptación de la especificidad femenina en la generación del cambio social. ¿Podrían haber tenido esas mujeres ese brillo participativo si la espiritualidad femenina misma no hubiera sido aceptada en un rol que trascendía largamente lo doméstico?

Mariquita Sánchez de Thompson, que anticipó notablemente los rasgos de liberación doméstica de la mujer actual y que, ya anciana, supo despertar, no ya admiración intelectual, sino intensos sentimientos eróticos y románticos en hombres jóvenes como Sarmiento y Echeverría, 25 y 20 años menores que ella, muestra hasta qué punto la igualdad de género es una consecuencia natural, cuando la causa superior de la libertad y la igualdad unifica a los seres humanos.

Esteban Echeverría

Los imperios de todas las épocas consolidaron sus dominios apelando a la complicidad de las capas sociales autóctonas que, por su reaccionarismo y privilegios, podían hacer viable, a través de la propia cultura de opresión local, una gobernabilidad colonial.

No sorprende entonces que precisamente Rivadavia, el prócer de apellido materno, haya sido la figura más clara y decidida de la época en el enfrentamiento con la diplomacia británica y su aliada vernácula, la clase de los terratenientes ganaderos.

Debió pagar don Bernardino la osadía, y la muerte lo halló en Cádiz, luego de un largo y duro exilio. Exilio que se repica ahora en la malherida memoria nacional, anatematizado como está, a pretexto del empréstito de Baring Brothers.  Sobre la completa falsedad de esta imputación y su significado, ya nos hemos manifestado detalladamente, pero en otro trabajo. (7)

¿No sonaría raro un verdadero auge de la liberación de la mujer mientras la estrella de Rivadavia se apaga, como pareciera que ocurre actualmente?

Lo real es que, deteriorada la imprescindible unidad entre los géneros para mejorar el destino común, las mujeres trabajadoras sólo consiguen trocar la esclavitud doméstica por una agravada esclavitud asalariada. Por su lado, las mujeres del privilegio reemplazan a los hombres hasta en las presidencias de los países, pero apenas para ser ellas las ejecutoras, en patriarcal estilo, de los crímenes ínsitos en el derecho de propiedad.

Si se trata de liberaciones genuinas, el ejemplo de Mayo sigue siendo necesario.

----o----

 

(1)  Jose María Ramos Mejía, Las Multitudes Argentinas, (1952) pag 168

(2) Alfredo Palacios, Echeverría, (1955) pag 245

(3) Boleslao Lewin, Túpac Amaru, (2010) virtual pag 91

(4) Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia, (1967) Tomo II pag 54

(5) Vicente Fidel López, Historia de la República Argentina, (1890) Tomo IX, Pag. 63

(6) Alfredo Palacios, ob. cit. pag 188

(7) Luis Urrutia, El Empréstito de Baring Brothers y la guerra con Brasil.

  8) Ejemplos: Golda Meir, Margaret Thatcher

Progresismo y Reacción; Historia y Presente (2018) https://urrutial.blogspot.com/p/el-emprestito-de-baringbrothers-el.html

 

 

 


1 comentario:

  1. Muy interesante! Cada vez más investigaciones dan visibilidad a la presencia de las mujeres en los grandes y pequeños acontecimientos relevantes en el mundo..

    ResponderEliminar