Antes de la batalla
En la víspera de la batalla de Caseros, el Encargado de Negocios John Pendleton informaba al Departamento de Estado: “Si el resultado fuera contrario a Rosas, no puedo sino mirar con la mayor prevención la situación futura de este país, pues mucho me temo que quedará dividido en un sinnúmero de Partidos que lucharán continuamente por el poder, sin que haya ninguna persona conocida capaz de unirlos para formar un Gobierno. Para los Extranjeros que han vivido bajo el presente Gobierno la pérdida ha de ser harto grande; pues les había asegurado una perfecta protección de la vida y de sus bienes; y aunque este sistema no es uno que convenga a nuestras nociones de libertad, escasas son las quejas que provocó.”
(Departamento de Estado, Ministros de Estados Unidos en Argentina, Despachos, Microfilm 69 Rollo 9)
Robert Gore, encargado de negocios inglés le escribe a Palmerston: “…En la tarde del 2 de febrero, día anterior a la así llamada batalla, me aseguraron positivamente en la Casa de Gobierno que el Gral Benavidez, Gobnor de la Provincia de San Juan, estaba en la retaguardia del Ejército de Urquiza con 4000 hombres y 8000 caballos, y que Pedro Rosas estaba en la retaguardia del ala derecha con 2000 Indios, de modo que según esta información el Ejército de Urquiza estaba entre dos fuegos; esto era completamente falso” (Foreign Office 6 Vol 167)
El día de la batalla
Los extranjeros eran por lo menos el 45% de la población de Buenos Aires, y era aun mayor la proporción de establecimientos comerciales y tiendas en sus manos, por lo que el cuerpo diplomático mostró preocupación por cualquier desorden o acto de violencia debida a la batalla.
Al volver a su casa, luego de su agitada gestión, Mr. Gore fue informado por su criado:
“…una persona vestida como un soldado común pero de quien sospechaba que pudiera ser el general Rosas” había pedido permiso para entrar y ahora estaba acostado en su cama.
Mr. Gore escribe a Palmerston: “Inmediatamente entré y encontré a Rosas cubierto de Tizne de Pólvora y agotado por el cansancio y el hambre, pero fuera de esto muy tranquilo y en perfecto dominio de sí. Riéndose me dijo “¡Qué hecho más curioso es que el Caballo que entregué a Mr. Southern para la Reina Victoria me haya salvado la vida esta mañana, y ahora estoy bajo la protección del Pabellón Británico!” (Foreign Office 6, Vol 167)
Después de la batalla
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