jose hernandez

"...no teniendo muy claras tachas que oponerme, mis oponentes debaten seriamente mi título recibido de loco. Toda la educación popular era nueva, y yo estaba solo como un visionario. Loco. ¿Las Islas del Tigre? Loco. ¿Las tierras de Chivilcoy? Loco. ¿El cercar las estancias? Loco. ¿El no creer en nuestros doctores y promover la reforma universitaria como lo estaba haciendo Lord Lowe en el parlamento inglés? Loco. Loco."

Domingo Faustino Sarmiento

Manuel Belgrano, líder popular

El olvido en 

su bicentenario

                                                               por Luis Urrutia



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La muerte lo encontró en una situación de ostracismo y, desde la primera generación de historiadores argentinos, prevaleció, junto con una exaltación de su condición moral, una tacha de utopismo e ingenuidad, en la que asomó, a veces, la imagen de un talento apenas bien intencionado. Los últimos años han empeorado radicalmente estas palideces tradicionales. No ha mucho, en una encuesta obviamente impulsada desde Cambiemos, Belgrano figuraba quinto en un ranking de honestidad encabezado por Elisa Carrió (1). Y este año Bicentenario ha transcurrido en la más completa ausencia de homenajes, como no sea un acto menos que protocolar, donde el presidente, el 20 de junio, restó su presencia física al  monumento a la Bandera.

No es difícil advertir en estos atentados el camino a la consagración simbólica del status neo colonial en que ha caído el país. Así, la reivindicación cabal de Belgrano es también la de la soberanía nacional. 

Creación de la Bandera Nacional     

La Revolución de Mayo había inaugurado en los hechos la independencia argentina, pero no la había proclamado formalmente. A similitud de las Juntas que se desparramaban por España, los gobiernos patrios ejercían la soberanía a nombre del Rey Fernando VII, prisionero en Francia. Así lo había exigido Inglaterra, a través de Lord Strangford, como condición para dar su ayuda a la independencia americana, so pretexto la necesidad de conservar su alianza con España en contra de Napoleón. Es que la diplomacia y la fuerza militar del imperio británico estaba en manos aristocráticas, que no podían ver con simpatía el progreso en los hechos de una idea republicana. 

La situación militar de la revolución era dramática, luego de la derrota en Huaqui por el norte, y la directa amenaza naval española sobre Buenos Aires, potenciada por la posesión de Montevideo y la posible combinación de una  alianza con la corona portuguesa instalada en Brasil.

En circunstancias tan desfavorables, Belgrano crea y enarbola la Bandera Nacional. Fue un desafío al sentido común. Es que, como dice con acierto Mitre, “…esperaba más del entusiasmo de los pueblos una vez declarada la independencia, que de la invocación hipócrita en nombres en los que nadie creía…”. Sí, y esperaba más del entusiasmo de los pueblos que de los arreglos diplomáticos, hay que agregar. Se lo parece reprochar el gobierno, que le manda arriar la bandera: “… las demostraciones (de)…la bandera blanca y celeste, como indicante de que debe ser nuestra divisa sucesiva, las  cree este gobierno de una influencia capaz de destruir los fundamentos con que se justifican nuestras operaciones y las protestas que hemos anunciado con tanta repetición, y que en nuestras comunicaciones exteriores constituyen las principales máximas políticas que hemos adoptado…(por lo que) ha dispuesto este Gobierno…haga pasar como un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente; procurando en adelante no prevenir las deliberaciones del Gobierno en materia de tanta importancia…” (2)

Mantener la subordinación a las decisiones gubernamentales, como forma de preservar la unidad de las fuerzas revolucionarias, era una cuestión de principios para Belgrano. Guardó la bandera para mejor oportunidad, que no tardó en llegar. La victoria en Tucumán, que llegó a Buenos Aires inesperada y providencial, hizo que los ánimos cambiaran. Y al hacer jurar a las tropas acatamiento a la Asamblea del Año XIII, volvió a enarbolar el pabellón patrio, esta vez para siempre. Era el símbolo de la Independencia, no sólo frente a España y su rey: la diplomacia inglesa, en manos de su aristocracia, recibía un duro golpe.

Con el ejército victorioso en el norte y la bandera soberana en sus manos, Belgrano había señalado el rumbo a la Revolución. Así fue como en la Asamblea del Año XIII  Eliminaron la fidelidad a Fernando VII de los juramentos, (hicieron) remoción de empleo civil, religioso y militar de todo europeo no ciudadanizado. (decretaron) Aumento de la pensión a la viuda de Moreno, que estaba olvidado. La Asamblea suplantó al rey en la imagen de las monedas; el escudo nacional al escudo de armas del rey; en misa, las preces por la majestad real por la de la Asamblea; España fue eliminada como instancia de apelación judicial, separación de hecho de la iglesia nacional de la Santa Sede; libertad de vientres, prohibición de introducir nuevos esclavos; educación de los libertos; abolición de la Inquisición, el tormento; ratificación de la libertad de imprenta, exención de tributos a los indios; enarboló la bandera nacional, adoptada de hecho, sin declaración expresa, adopción del himno nacional.” (3)  

Así, la creación de la bandera fue un hito épico y no un acto bucólico de tiempos apacibles. Los colores blanco y celeste no surgieron de la imitación poética de los colores del cielo: “mandéla hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional. Espero que sea de la aprobación de VE”, le escribe al Triunvirato. (4)

¿Y esos colores de la escarapela, que tampoco era oficial, de dónde habían surgido?

Historia Ramos Mejía: “Amaneció por fin el 25 de mayo de 1810, día opaco y lluvioso que obligaba a las gentes a cobijarse en las posadas y pulperías inmediatas...Cuando French advierte que por inspiración anónima todo el mundo usa un distintivo celeste y blanco, él y sus compañeros, que no lo tenían, entran en una tienda de la Recova y lo adoptan con entusiasmo... “ (5)

Sí. Los colores de la bandera de Belgrano eran ya los colores del pueblo de la Revolución y tenían autor anónimo. Poco importaba si Carlos III había en el pasado adornado con ellos algunos eventos de la casa de los borbones. Su significado, desde las invasiones inglesas se había transfigurado. Fernando VII estaba preso y el pueblo aprendía naturalmente a vivir sin Rey.

El aporte militar de Belgrano


Suele sedimentarse en la memoria del prócer, una figura sin méritos concretos claramente identificables. Así, Enrique de Gandía transcribe de Mitre, sobre Belgrano: “una mediocridad como general, como escritor, como pensador, como jurisconsulto, como político, como economista, que fue todo esto en la medida de sus facultades…es a la vez un grande hombre y un gran ciudadano como Washington en el sentido verdadero de la palabra….” (6)

La oración precedente no resume la actitud de Mitre ante Belgrano, como se verá. Vicente Fidel López sí persiste en descripciones como la que sigue: “Belgrano era uno de esos espíritus noblemente inspirados que aceptan con una santa credulidad las sugestiones abstractas de lo bueno y de lo bello, sin comprender las condiciones materiales y prácticas de su oportunidad.”(7)

Creemos que se expresaron así los de la minoría ilustrada que se complicaron con el fracaso de la Revolución, con la frustración del alumbramiento de un país moderno y verdaderamente soberano. Al disminuir intelectualmente a Belgrano, descalifican su grandeza de miras, justifican la realidad en que viven. La historia oficial efectiva, la que se enseñó en las escuelas, sobre todo la primaria, transmitió esa empobrecida noción de la personalidad de Belgrano.

¿Se trató al fin de un general inepto, apenas justificable por ser un militar improvisado, como suele decirse?

José María Paz, general invicto y estratega genial fue, como combatiente,  testigo directo de toda la campaña de Belgrano. Dijo, a propósito de los errores cometidos en la batalla de Ayohuma, acaso el momento más desafortunado de la actuación militar del prócer:Es preciso considerar que estábamos en el aprendizaje de la guerra, y que así como era, el general Belgrano era el mejor general que tenía la república. Estaba también falto de jefes, pues los mejores por varios motivos estaban ausentes: no tenía un solo hombre a quien pudiera deber un consejo, ni una advertencia; estaba solo, y solo llevaba todo el peso del ejército.” (8)

Confirma a Paz el mismo San Martín, cuando escribe a Godoy Cruz sobre Belgrano: “…es el más metódico de los que conozco en nuestra América, lleno de integridad y talento natural; no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero créame Vd. que es lo mejor que tenemos en la América del Sur». (9)

En la Colonia, los españoles tenían el monopolio de la fuerza. Por ello, entre los criollos, la cultura militar de escuela no existía.

Debieron ser la minoría ilustrada y los sectores afines a la ilustración quienes debieron abocarse a absorber con urgencia el conocimiento militar culto. Para enfrentarse militarmente al Imperio Español, era necesario hacerlo científicamente. Por eso, los ejércitos de la Independencia eran verdaderos portadores de las ideas enciclopedistas.

En ese acelerado proceso, Belgrano fue el hombre de vanguardia. Lo certifica Mitre con este notable pasaje:

 “La reorganización del ejército fue el primer trabajo que acometió. Aunque desprovisto de pericia militar, había estudiado los maestros de la guerra, tenía sobre ella ideas fijas y netas que la vulgaridad de los antiguos militares de táctica y de rutina, que le miraban con cierta prevención irónica. Así es que todas sus medidas fueron acertadas, y después de haber impuesto a todos por el carácter, dominó por su incontestable superioridad en el arte difícil de organizar un ejército en todos sus detalles y de imprimir a las masas dirección metódica. Sin ser un genio guerrero, reveló desde luego que él era el hombre de las circunstancias, y que los estímulos poderosos del patriotismo y del deber suplían suficientemente las cualidades militares que le faltaban...Empezó por organizar una compañía de guías, compuesta de hombres prácticos del país, con lo que se proveyó de una verdadera carta topográfica del teatro de la guerra...creó un cuerpo de cazadores de infantería “todos de emboscada”. Ante la falta de armamento, penetrado de la idea demostrada por Federico sobre la inutilidad de los fuegos de caballería, la armó con lanzas, dándole incontestable superioridad sobre la del enemigo. Para imponer la idea con el ejemplo, constituyó su escolta personal con estos lanceros....Descendiendo a la administración, se reorganizaron el parque y la maestranza, mejoró el hospital, creó las oficinas de provisión, reglamentó su contabilidad, organizó un tribunal militar y la planta de un cuerpo de ingenieros, ramos mal atendidos o totalmente descuidados hasta entonces. Estableció las revistas diarias, hizo efectiva la responsabilidad, remontó los resortes relajados de la disciplina, fundó una academia práctica para los oficiales inferiores, metodizó los ejercicios doctrinales, y a caballo de día y de noche inspeccionando por si la comida del soldado, la cama del enfermo, el cartucho que se elaboraba, el fusil que se limpiaba y los libros y oficinas de los empleados de hacienda, no dispensando la menor falta y estimulando a los que mejor cumplían con su deber, llegó a merecer de los soldados... que, según el testimonio de uno de sus oficiales en aquella época, preferían ser destinados a un destino peligroso antes que incurrir en una reprensión del General...Creó así un nuevo espíritu militar sin atropellar la dignidad humana...fue no solo un general de circunstancias, sino el fundador de una escuela militar, que ha dado a la patria guerreros ilustres, dotados de grandes virtudes cívicas, y que se han hecho distinguir por la capacidad para organizar.” (10)

En nuestra opinión, lo esencial para valorar militarmente a Belgrano es que en él lo militar es inseparable de lo político, y que en la fusión de esas dos dimensiones se encuentra la medida de su grandeza única en nuestra historia nacional.  Caracterizando su estilo y su época, dice Vicente Fidel López: “Patriota y amigo de comunicar a sus soldados el ardor candoroso que bullía en su alma, y que era de moda antes que San Martín hiciera del soldado un soldado y nada más, Belgrano acostumbraba amenizar sus tareas dando proclamas y órdenes del día que en su concepto debían producir una grande fuerza moral en sus tropas.” 11)  “…. El desorden estratégico y el protagonismo de los jefes en la batalla de Tucumán generó un clima de rivalidades internas que lindaba con la anarquía, pero al mismo tiempo la moral combativa era altísima. Belgrano favorecía paternalmente ese clima anárquico con tal de que demostrara la creatividad de sus jefes. Pero era muy severo si esa anarquía molestaba al vecindario civil.” (12) “…El gran fomentador de la indisciplina era Dorrego. La proximidad de una nueva batalla serenó los ánimos y la disciplina se restableció, trabajada personalmente por Belgrano con sus métodos paternales”.  El liderazgo de Belgrano no se circunscribía al ejército y se extendía al pueblo, que se convertía en fuerza y recurso de combate:  “Tristán…no esperaba que el ejército de Belgrano pudiera atacarlo. Las partidas en busca de noticias habían sido sistemáticamente destruidas por los gauchos. La imposibilidad de Tristán de obtener información hizo que Belgrano se acercase a Salta sin ser sentido”. (13)

El General Paz resumió magistralmente esta síntesis político-militar que encarnó el modo de actuar de Belgrano:

“Hasta que él tomó el mando del ejército, se puede asegurar que la revolución, propiamente hablando, no estaba hecha en esas mismas provincias, que eran el teatro de la guerra. Cuando en principios de este mismo año (1812), emprendió el general Pueyrredón su retirada con el ejército, nadie (con muy raras excepciones) se movió de su casa, y esos salteños y jujeños tan obstinados y patriotas, como valientes después, se quedaban muy pacíficamente para esperar al enemigo y someterse a su autoridad, sin excluir muchos empleados y militares, que no estaban en servicio activo. Cuando en Agosto emprendió el general Belgrano la suya, la hizo preceder de un bando fulminante, mandando el completo abandono de los pueblos y lugares que debía ocupar el enemigo. Estancieros, decía el bando, retirad vuestras haciendas; comerciantes, retirad vuestros géneros, labradores, retirad vuestros frutos; que nada quede al enemigo, en la inteligencia, que lo que quedare, será entregado a las llamas. Efectivamente, algo sucedió de esto; pues, tuve noticia de uno o dos cargamentos de efectos que se distribuyeron a la multitud o se quemaron, y yo mismo, y todo el ejército presenció el incendio de dos gruesos cargamentos de tabaco en covos, por la misma razón.

Aunque estas providencias no tuvieron todo su efecto, por la precipitación de nuestro movimiento y la dificultad de llevarlas a efecto en toda su extensión, y aunque parezcan algo crueles, no trepido ni un instante en asegurar, que fueron de una gran utilidad política: ellas despertaron los ánimos ya medio resignados a sufrir el yugo español; ellas nos revelaron, haciéndolo mayor, la gravedad del compromiso que habíamos contraído cuando tomamos las armas contra el gobierno establecido por la metrópoli; ellas en fin, nos hicieron conocer que era una cuestión de vida o de muerte para nuestra patria, la que se agitaba, y que era preciso resolverse a perecer o triunfar, fuera de que estas medidas enérgicas, que recaían indistintamente sobre las personas más elevadas de la sociedad, hirieron la imaginación de las masas de la población, y las predispusieron a desplegar esa fuerza gigantesca, que ellas mismas ignoraban y que después han hecho de las Provincias Bajas, un baluarte incontrastable.” (14) (El remarcado es nuestro)

General José María Paz

La capitulación de Tristán merece una reflexión aparte, para apreciar la síntesis político-militar de Belgrano, su énfasis en el aspecto moral de la guerra. La historia escolar, que se difunde al pueblo, cuenta que Belgrano otorga la libertad a Tristán y su ejército vencido en Salta, con el compromiso de no tomar las armas contra la causa de la Independencia. Tristán, en cambio, burla la buena fe de Belgrano, incumple su juramento y los prisioneros de Salta vuelven a ser combatientes a vencer.

Comencemos por acotar que la “ingenuidad” de Belgrano es la misma de Mao, en su guerra popular de liberación, cuando liberaba pertinazmente a los prisioneros de origen campesino, algunos de los cuales volvían a combatirlo; y que lo propio aconteció con la guerra de guerrillas de Fidel Castro.  Belgrano tenía en cuenta que los soldados que liberaba eran americanos. Agriamente criticado, escribe  “¡Quién creyera! ¡Me escribe otro por la capitulación, y porque no hice degollar a todos, cuando estoy  viendo palpablemente los efectos benéficos de ella!”. (15) Efectivamente. Los capitulados desparramaban por el Perú la noticia de la catástrofe, predisponiendo a la población a la insurrección “dedicándose algunos a pervertir el espíritu público, proclamando el brillo y el entusiasmo de las tropas de Buenos Aires, y pintando con los colores más halagüeños la causa que defendían”. Así lo dice desde la mira española Torrente, un historiador español. Goyeneche, el superior de Tristán, internó a los capitulados en el pueblo de Sepulturas. Los absolvió del juramento de no tomar las armas, pero solo 7 oficiales y 300 soldados se prestaron a ello. (16)

“¡Muy poco fruto para tan gran victoria!” brama Mitre contra la capitulación. Por lo visto, creía apriorísticamente mucho más en el terror que en la construcción moral. Se escapa a esta historia erudita y a la historia escolar, que no es que Belgrano dilapidó el fruto de la victoria creyéndole a Tristan, sino que apostó una vez más al pueblo bajo, a los soldados de origen americano, que en su gran mayoría respetaron su juramento y llevaron el mensaje moral al pueblo del Perú.

Las batallas de Tucumán y Salta salvaron la Revolución en su momento más angustioso. La primera, la de Tucumán, la libró Belgrano escuchando al pueblo norteño y desobedeciendo al gobierno, que le había ordenado retirarse a Córdoba. Desde un punto de vista meramente militar, existía una considerable desventaja respecto a las fuerzas españolas, pero el carácter popular que le imprimió Belgrano a la guerra de la Independencia cambió radicalmente esa correlación de fuerzas.

La acción político militar de Belgrano tuvo un resultado todavía más trascendente que el de superar la amenaza letal de una coyuntura: al convertirse el noroeste argentino, por virtud de su transformación política, en un escollo insuperable para los españoles, dispuso la Revolución de casi cinco años para que San Martín preparara, sin duda que brillantemente, su campaña militar, en forma metódica y con los recursos y pertrechos de los que jamás dispuso Belgrano. Es el tiempo que transcurrió entre la batalla de Tucumán, en setiembre de 1812, y la de Chacabuco, en febrero de 1817.

Tales los logros capitales que la historia nacional debe al aporte militar de Belgrano. Otras acciones memorables suyas no fructificaron, pero no por insuficiencia personal, sino del perfil que adquirió el proceso histórico argentino.

Vicente Fidel López

Marchó al Paraguay con 1000 hombres para enfrentar a 8000. Hubo enfrentamientos en que la desproporción llegó a ser mucho mayor, pero en las escaramuzas libradas se imponía la moral combativa y el arrojo temerario de las tropas de Belgrano. Se desbordó la admiración paraguaya por el ejemplo argentino y se trastocó la quietud colonial. La guerra fue sucedida por el diálogo, la negociación y el acuerdo firmado. Fue sin embargo una decepción porque, dice López, se creía haber conseguido “un pacto federal por el cual Paraguay contribuiría a la causa de la independencia, pero los paraguayos sólo aspiraban a aislarse, ser espectadores y beneficiarse de los esfuerzos y sacrificios ajenos.” Bien sabemos que el aislamiento paraguayo tuvo su contracara en la asfixia que representaba para el interior el hegemonismo ejercido por la oligarquía ganadera a través de la aduana de Buenos Aires. Esa es la razón última de que el esfuerzo de Belgrano no lograra integrar al Paraguay en el territorio del antiguo virreinato. Se frustró también, y abruptamente, la brillante acción política de Belgrano en la Banda Oriental, donde estuvo al frente de la insurrección de la campaña uruguaya. El contraste sucedió por acción directa del saavedrismo, que lo convocó a Buenos Aires para enjuiciarlo, como parte de la persecución política desatada a partir de la asonada del 5 y 6 de abril de 1811.

En cuanto a las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, no es a esos azares ni a puntuales errores tácticos allí cometidos que se pueda atribuir la pérdida de la soberanía sobre el Alto Perú. No es responsabilidad de Belgrano. Ésta impotencia argentina se manifestó también en Huaqui, en la sublevación de Fontezuela, que derribó a Alvear cuando se disponía a marchar hacia las alturas del Cuzco, o en la decisión de San Martín de cruzar Los Andes y abordar a Lima desde el mar. Esta intrincada cuestión excede los marcos de este artículo.

Belgrano, la religión y las masas

Edición original del libro de Campomanes 

Año 1775

Belgrano introdujo en el Río de la Plata, anticipando a Sarmiento, la idea del laicismo y la inclusión de la mujer en el proyecto educativo. Supo sin embargo de estos vanguardismos, conciliar su acción política con el estado de la conciencia popular y desplegar su peculiar sentido religioso. 

En una carta dirigida a San Martín, dice:        

“…Son muy respetables las preocupaciones de los Pueblos y mucho más aquellas que se apoyan, por poco que sea, en cosa que huela a Religión…la guerra allí no solo la ha de hacer Vd con las armas, sino con la opinión, afianzándose siempre ésta en las virtudes morales, cristianas y religiosas, pues los enemigos nos la han hecho llamándonos herejes, y solo por este medio han atraído las gentes bárbaras a las armas, manifestándoles que atacábamos la Religión.

“Acaso se reirá alguno de este mi pensamiento, pero Vd no deje llevarse de opiniones exóticas, ni de hombres que no conocen el país que pisan; además por este medio conseguirá V tener al ejército bien subordinado, pues él al fin se compone de hombres educados en la religión católica que profesamos, y sus máximas no pueden ser más a propósito para el orden.

“Estoy cierto de que los Pueblos del Perú no tienen una sola virtud, y que la Religión la reducen a exterioridades todas las clases, hablo lo general pues son tan de éstas que no cabe más, y aseguro a V que se vería en muchos trabajos si notasen lo más mínimo en el ejército de su mando que se opusiese a ella, y a las excomuniones de los Papas.

“…conserve la bandera que le dejé, que la enarbole cuando todo el Ejército se forme, que no deje de implorar a Nuestra Señora de Mercedes nombrándola siempre nuestra generala, y no olvide los escapularios a la tropa; deje V que se rían, los efectos le resarcirán a V de la risa, de los mentecatos que ven las cosas por cima.

“Acuérdese V que es un general Cristiano, Apostólico Romano; cele V de que en nada, ni aún en las conversaciones más triviales, se falte el respeto a cuanto diga a nuestra Santa Religión, tenga presente no sólo a los generales del Pueblo de Israel, sino a los de los Gentiles, y al gran Julio César que jamás dejó de invocar a los dioses inmortales, y por sus victorias en Roma se decretaban rogativas; se lo dice a V su verdadero y fiel amigo…” (17)

Esta carta no fue un gesto aislado de Belgrano. Paz cuenta:

 “Muchos han criticado al general Belgrano como un hipócrita, que sin creencia fija, hacía ostentación de las prácticas religiosas para engañar a la muchedumbre. Creo primeramente, que el general Belgrano era cristiano sincero, pero aún examinando su conducta en este sentido por solo el lado político, produjo inmensos resultados. El concepto de incredulidad que se atribuía a los jefes y oficiales de nuestro ejército, y que tanto dañaba a la causa en estas Provincias Bajas, se fue desvaneciendo, y al fin se disipó enteramente; las personas timoratas se identificaron con los campeones de la libertad, y esta se robusteció notablemente; nuestras tropas se moralizaron, y el ejército era ya un cuerpo homogéneo con las poblaciones, e inofensivo a las costumbres y a las creencias populares. Y ¿qué diremos del efecto que este sabio manejo causó en las provincias del Perú, y en el mismo ejército Real?” (18)

Y no era en vano que Belgrano le insistiera a San Martín con que no tema a la impresión de ridiculez que entre la oficialidad racionalista podría suscitar el tributo a la ritualidad religiosa. De otro hombre de la época, Ignacio Núñez, recogemos este testimonio sobre la manera en que eran recibidas estas ideas de Belgrano por la dirigencia revolucionaria.

Relata Núñez que en una carta al Triunvirato, Belgrano, que solicitaba que se le enviaran tropas afectadas a la defensa de Buenos Aires, argumenta (son dichos de Belgrano en palabras de Núñez)  que  “era de su parecer que los españoles en ningún caso se animarían a hostilizar á Buenos Aires formalmente, mucho menos si el gobierno imbuía á la tropa de máximas religiosas obligándola á rezar el rosario, y á cargar cada soldado un escapulario de la Virgen de Mercedes. El gobierno padeció un grande asombro, con especialidad Peña que le había conocido mucho”. (19)

Belgrano no fue débil frente a la jerarquía eclesiástica contrarrevolucionaria: “…los curas acaudillados por el obispo de Salta trabajaban para el enemigo. Expulsó al Obispo en 24 horas.(20) 

Y esto no le enajenó el favor popular. La religión no sirvió aquí para “opio del pueblo”.

Es evidente que, en punto al tratamiento político de la religiosidad popular, Belgrano llevaba clara ventaja sobre la generalidad de la militancia revolucionaria y sus dirigentes. Y que esto se debía a su concepción, magistralmente llevada a la práctica, de que la Revolución debía apoyarse, ante todo, en las masas populares.

Hemos visto que se apresuró Paz a aclarar que la religiosidad de Belgrano era sincera. Sí, pero ¿cuál religiosidad? Belgrano no se encerraba en el catolicismo. Lo hemos visto ante San Martín devaluar lo ritual como mera exterioridad religiosa en los pueblos del Perú, así como rescatar el politeísmo romano en las prácticas guerreras de Julio César.

La de Belgrano era una “religión natural”, así llamada por Alfredo Palacios, lo que lo ayudaba a conectarse con la religiosidad india, que es la cosmovisión que prosperó en la humanidad antes de que se produjera la apropiación privada de la tierra. (posdata de este artículo)  Es que Belgrano tenía observaciones muy duras contra la propiedad privada de la tierra.  

En La Gaceta de Buenos Aires del 1º de septiembre de 1813, escribía:

 “la indigencia en medio de las sociedades políticas deriva de las leyes de propiedad (…) De esas leyes resulta que (…) se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una dispone de los frutos de la tierra y la otra es llamada, solamente, a ayudar por su trabajo la reproducción anual de sus frutos y riquezas, o a desplegar su industria para ofrecer a sus propietarios comodidades, y objetos de lujo, en cambio de lo que les sobra. (…) Los socorros que la clase de Propietarios saca del trabajo de los hombres sin propiedad, les parecen tan necesarios como el suelo mismo que poseen. (…) El imperio, pues, de la propiedad, es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario”.


Alfredo Palacios

Esa afinidad que desarrolló Belgrano con los pueblos precolombinos fue muy intensa. Ante el desolador cuadro que significaba el enfrentamiento del gobierno con las montoneras y sus caudillos, escribió en una carta: “Yo deseo irme a vivir con mi hermano Cumbay o Carupan o Corripilan”,  caciques amigos suyos.(21) Los indios le correspondían. Sobre la popularidad de Belgrano en el norte, dice Mitre: “entre los indios fue inmensa, conquistándolos de tal manera a la causa de la revolución, que a pesar del carácter pérfido que es proverbial en ellos, y del odio secreto que profesan a la raza española, siempre fueron fieles a su recuerdo.” (22)

¿Cómo se explica que Belgrano, amigo de los indios, los de la propiedad común de la tierra, fuera también un hombre de la Ilustración, partidario del desarrollo capitalista, cumbre del desarrollo de la propiedad privada?

Es que, en la Revolución de Mayo, como ocurre siempre con las revoluciones burguesas, confluyó una alianza de burguesía y pueblo, cuyo triunfo creó la ilusión de haber reunificado a la familia humana dividida por las clases. Lo atestigua Marx en la revolución de 1848 en Francia,  tan diferente a nuestro país colonial. “…creyeron que la república era la abolición del poder de la burguesía. La fraternité fue la bandera de la revolución de febrero”… arriada violentamente apenas cuatro meses después.(23)

Entre nosotros la aspiración igualitaria soñó con incluir a los mismos indios. Lo dice, peyorativamente, Vicente Fidel López, el hijo del autor del Himno Nacional, gran transcriptor de la tradición oral de la Revolución. “…se había formado en el espíritu de la generación de 1810 un lirismo de pura convención entre la causa actual de la Independencia y la causa antigua de la Conquista.

Se conmueven del Inca las tumbas,

Y en sus huesos revive el ardor

Cuando ve renovado en sus hijos

De la Patria el antiguo esplendor.

“Pero lo muy digno de notarse es que estos criollos incanizantes no hacían compañerismo político ni fraternal con los indígenas procedentes de la otra raza. Lo que cantaban no tenía nada que ver con lo que hacían, ni con el modo con que vivían. No estaban fundidos en el mismo compuesto social; y no había familia alguna decente en las provincias argentinas (de Jujuy hacia abajo) que fuera capaz de consentir el enlace de sus hijas con un quichua o con un aymará: ni joven alguno de cierto viso o posición social, de cara blanca en una palabra, que osara tomar y presentar como legítima esposa una chola mestiza o indígena”.(24)

Tuvo cierto éxito Belgrano, sin embargo de estas duplicidades, en proponer una monarquía constitucional con capital en Cuzco, y a cargo de una dinastía Inca. No sonó tan extravagante el proyecto, como que tuvo apoyo mayoritario en el Congreso de Tucumán. No prosperó por la oposición de la Provincia de Buenos Aires. Tomás Manuel de Anchorena argumentó contra la monarquía por las disimilitudes de los habitantes de los llanos y altos, diversidad que sólo podría conciliarse con un sistema federal.

Tanto Anchorena como Oro, sin embargo, aceptaron luego, en el mismo Congreso, las gestiones monárquicas con Portugal, lo que parece revelar que no les molestaba la monarquía, sino la monarquía Inca. (25)

El libre comercio inaugurado por la Revolución había enriquecido meteóricamente a los ganaderos devenidos saladeristas, en el mismo tiempo en que el pueblo militante de la libertad se consumía en la guerra de la independencia. Despuntaba a esa altura la Argentina hegemonizada por su oligarquía ganadera. No había lugar ya para Manuel Belgrano, ni para los indios.

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Posdata sobre la religiosidad de Belgrano

Tal vez ciertas reflexiones de Alfredo Palacios nos ayuden a dilucidar algo del problema religioso.

Palacios distingue entre religión natural y religión positiva.

“Los tres elementos de la religión positiva:

1)   Ensayo de explicación mítica y no científica de los fenómenos naturales (acción divina, milagros) y hechos históricos (encarnación de Jesús)

2)   Sistema de dogmas impuestos a la fe, sin demostración científica ni justificación filosófica

3)      Culto y sistema de ritos –prácticas inmutables- como si tuvieran una eficacia maravillosa sobre la marcha de las cosas, una virtud propiciatoria” (26)

Opina Palacios que se marcha hacia la disgregación de los dogmas, que podrán desaparecer las religiones positivas, pero que la religión no desaparecerá, “porque el sentimiento religioso es independiente del dogma que con su autoridad sostienen las iglesias”. La mayor diversificación dentro de cada comunidad religiosa, dice Korn, la ocasiona el grado de cultura de sus adherentes.

Depurar la religión sería liberar una espiritualidad cautiva en ella: “de una parte, la admiración del Cosmos y de las potencias infinitas que se despliegan en él; de la otra, la investigación de un ideal, no sólo individual sino social y hasta cósmico, que sobrepase la realidad actual.” Toma Palacios esto de Guyau, que llama a esto irreligión y Palacios identifica como religión natural.

Lo efectivo es que se puede ser ateo y encarnar esta “religión natural”, mientras que la religión positiva tiende a impedirla.

Nacidas junto con el Estado, esencialmente disciplinadoras y por tanto dogmáticas, las religiones positivas se niegan entre sí, porque cada una se considera a sí misma la única religión verdadera. Belgrano, al elogiar la religiosidad de Julio César, se sale del cristianismo, no adscribe a una religión positiva.

Encontramos al Belgrano religioso cuando escribe:  

“¿Por qué se renuevan las estaciones?; ¿por qué se sucede el frío al calor para que repose la tierra y se concentren las sales que la alimentan? Las lluvias, los vientos, los rocíos, en una palabra, este orden maravilloso e inmutable que Dios ha prescripto a la naturaleza, no tiene otro objeto que la renovación sucesiva de las producciones necesarias a nuestra existencia.” (27)

Como es sabido, esta descripción del mundo como un orden inmutable encaminado a la realización de fines preestablecidos, argumenta clásicamente la existencia del dios cristiano. Lo que no es tan conocido es que es una derivación de la visión religiosa surgida en el neolítico con el nacimiento de la agricultura. Sergio Bagú explica que la praxis agrícola implica un sometimiento consciente a ciclos del proceso de la vida, regularidades que incluyen la dimensión cósmica. Surge allí la elaboración de un sentimiento humano de pertenencia a la globalidad de un orden natural, comprendido el movimiento de los astros, esto es, la totalidad de la existencia. En su forma más primaria, “se trata de descubrir algunos de los mecanismos fundamentales de la reproducción de la vida y de comprender varias etapas de su ciclo repetitivo…La tierra se convierte en vegetal, el vegetal en ser humano, el ser humano en tierra…el ser humano llega a concebirse como la apariencia efímera del vegetal…”, pero en el neolítico superior ya “estamos frente a un verdadero universo cultural que descansa sobre una estructura de construcciones abstractas a partir de observaciones empíricas del más alto grado de originalidad porque es entonces cuando se inician las matemáticas, las observaciones astronómicas y el cálculo calendárico, la reflexión filosófica, la lógica dialéctica, la protociencia, la poesía filosófica, la arquitectura monumental y el diseño urbano…” (28)

Señala Bagú: la inmediatez de ese vínculo del hombre con la naturaleza sucedió en conexión con el vínculo también inmediato del hombre y la sociedad a la que perteneció, merced a la existencia de la propiedad común de la tierra. No es difícil advertir que la propiedad privada introduce no sólo un divorcio entre los hombres, sino entre los hombres y la naturaleza. Está roto el vínculo del individuo con la naturaleza que es propiedad de otros, y se desvirtúa el vínculo originario si es a través de una propiedad que puede enajenarse.

La totalidad de la América precolombina está comprendida en esta cultura del neolítico. No parece casual el resurgimiento de estas tradiciones, en momentos en que el desarrollo capitalista adopta la forma de una directa colisión con el medio natural. Se permitió ironizar Noam Chomsky con que la Bolivia de Evo Morales y su Pacha Mama eran la vanguardia mundial en la lucha por la preservación de la especie y su planeta. El reverdecer de la dignidad indígena tiene que ver con esta paradoja de nuestra evolución.

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(1) RANKING DE HONESTIDAD

     Encuesta de Giacobbe & Asociados
Julio de 2017

(2) BMITRE, HISTORIA DE BELGRANO Y DE LA INDEPENDENCIA, TOMO II pag32

(3) BARTOLOME MITRE, OB.CIT. TOMO II PAG 118

(4) BARTOLOME MITRE, OB.CIT.TOMO II PAG 29

(5) JOSE M RAMOS MEJIA, LAS MULTITUDES ARGENTINAS 162

(6) ENRIQUE DE GANDIA, LA POLEMICA LOPEZ MITRE EN 1881-1882 ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA INVESTIGACIONES Y ENSAYOS TOMO 24 60

(7) VICENTE FIDEL LÓPEZL HISTORIA DE LA REPUBLICA ARGENTINATOMO 2 PAG 441

(8) JOSE MARÍA PAZ, MEMORIAS POSTUMAS, TOMO I, 2ª EDICIÓN, PAG 163 

(9) SAN MARTÍN, CARTA A GODOY CRUZ DEL 12 DE MARZO DE 1816.

(10) BARTOLOME MITRE, OB.CIT  TOMO  II

(11) VICENTE FIDEL LOPEZ, HISTORIA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA  TOMO 4 PAG 118  

(12) OB. CIT. TOMO 4 PAG 294 

(13) OB. CIT. TOMO 4 PAG. 296

(14) JOSE MARIA PAZ, OB. CIT. TOMO I PAG. 50

(15) BARTOLOME MITRE, OB.CIT. TOMO II 134

(16) TORRENTE, HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN HISPANOAMERICANA TOMO I PAG 349.       

(17) CARTA DE BELGRANO A SAN MARTIN DEL 6/4/1814

(18) JOSE MARIA PAZ, OB-CIT. TOMO I PAG. 50

(19) IGNACIO NUÑEZ, NOTICIAS HISTORICAS DE LA REPUBLICA ARGENTINA PAG. 535

(20) BARTOLOME MITRE, OB.CIT TOMO II 46

(21) HISTORIA DE BELGRANO Y DE LA INDEPENDENCIA ARGENTINA T II 249

(22) BARTOLOME MITRE, OB. CIT. TOMO II 150

(23) MARX, LA LUCHA DE CLASES EN FRANCIA: 190

(24) VICENTE FIDEL LOPEZ OB.CIT. TOMO 5 PAG 544

 (25) ADOLFO E PACHECO, EL CONGRESO DE TUCUMAN, IDEAS Y GESTIONES MONARQUICAS 5

(26) ALFREDO PALACIOS, ECHEVERRIA PAG 481

(27) BARTOLOME MITRE, OB.CIT. 88

(28)  SERGIO BAGU, LA IDEA DE DIOS EN LA SOCIEDAD DE LOS HOMBRES

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