jose hernandez

"...no teniendo muy claras tachas que oponerme, mis oponentes debaten seriamente mi título recibido de loco. Toda la educación popular era nueva, y yo estaba solo como un visionario. Loco. ¿Las Islas del Tigre? Loco. ¿Las tierras de Chivilcoy? Loco. ¿El cercar las estancias? Loco. ¿El no creer en nuestros doctores y promover la reforma universitaria como lo estaba haciendo Lord Lowe en el parlamento inglés? Loco. Loco."

Domingo Faustino Sarmiento

martes, 2 de junio de 2020

Capital Financiero y Coronavirus


Argentina:
De campeona mundial del endeudamiento
a campeona mundial de la cuarentena
¿Giro radical o continuismo neoliberal?

La cuarentena tradicional, el encierro de algunos individuos, es el intento de la sociedad para aislar un virus y procurar su extinción por el tiempo. Esto otro que nos atrapa ahora, el encierro generalizado, es un procedimiento gracias al cual es el virus el que aísla a la sociedad, para su destrucción con el simple pasar de los días. No es lo que hizo China, que aisló sólo una de sus provincias, con el éxito conocido.Un autorizado estudio en Santa Clara, California, reveló que el virus es allí 50 veces menos letal de lo que informa la Organización  Mundial de la Salud, que es la referencia en que se apoyan los medios de comunicación; otra investigación de igual jerarquía  en Nueva York, arrojó una letalidad 15 veces menor. ¿Por qué no se tienen en cuenta estos fundamentales trabajos científicos?  ¿Cuál es el origen de este despropósito? La cuarentena facilitará, sobre todo a los especuladores financieros, la compra masiva de empresas empujadas a la quiebra por la suspensión de los negocios. El daño será de dimensiones únicas en la historia, fragilizadas como están muchas de esas empresas e inversiones por la crisis económica en curso, que es anterior a la pandemia, arrojando al desempleo a millones de trabajadores y rebajando como nunca el salario real. El sector financiero, que detenta el poder real y que está en condiciones de beneficiarse con la concentración de capitales que acompaña y resuelve toda crisis capitalista, apoya la medida de cuarentena. Si así no fuera, los medios de comunicación no hubieran puesto al coronavirus en la palestra de única preocupación social existente. El gobierno, por su parte, sobreactuó el discurso mediático: no sólo dictó una cuarentena prematura, sino que le dio alcance nacional, a pesar del semidesierto que caracteriza a gran parte de nuestro territorio y a la baja densidad poblacional de nuestra geografía. China y Rusia, también países extensos, pero que observan una política independiente del poder económico mundial, no hicieron cuarentena nacional. 
Por Luis Carlos Urrutia

(Agradecimiento al Diputado Nacional Juan Carlos Comínguez, que aportó
el aquí citado artículo del Wall Street Journal, clave iniciática de este trabajo)



Sumario:
1-      El covid-19, mirado desde la cúspide del capitalismo
2-      La letalidad del coronavirus, científicamente considerada
3-      La crisis capitalista y la cuarentena
4-      Un modo de enfrentar el covid 19 desde los intereses populares
5-      Los medios de comunicación y la cuarentena
6-    Video de entrevista con el Dr. John Ioannidis de la Universidad de Stanford, California (EEUU)


1-    El covid-19, mirado desde la cúspide del capitalismo

La pasividad popular, en esta coyuntura de pánico y aislamiento social, es comparable a la de los tiempos de irrupciones dictatoriales. El protagonismo político resulta centralizado en el campo de la gran burguesía, y es desde ese punto de vista, y no el de los valores populares, como se pueden entender los móviles de lo que se actúa alrededor del covid 19.
Si la potencial mortandad de la pandemia tuviera proporciones gigantescas, al extremo de llevarse la vida de millones de personas en un país como la Argentina, podría entenderse que la clase capitalista, o su sector más poderoso, aceptara la medida de cuarentena, genuinamente preocupada por la salubridad de la población. Es que una dimensión tan catastrófica de estos efectos virósicos lastimaría seriamente, por un lapso significativo, la capacidad productiva que sostiene la reproducción capitalista.
Pero, lo han mostrado estudios a cargo de científicos de gran nivel y que no se difunden, la amenaza pandémica es sustancialmente más modesta. ¿A qué viene entonces ese consenso social con la cuarentena, indudablemente inducido mediáticamente por la capacidad hegemónica de ese gran capital? ¿Hay que creer que éste tolera “solidariamente” que se detengan sus negocios con tal de salvar la vida de algunos miles de personas del simple pueblo? ¿Cómo sería posible este sacrificio mayor, si en medio de una declamada emergencia social extrema, no prosperan los esfuerzos más mínimos, como algún impuesto a la riqueza, por mínúsculo y efímero que sea, la detención siquiera por un instante del taxímetro de los intereses de las diversas deudas, o la pausa en el inflamiento del costo de vida a punta de agiotaje, en medio de la multiplicación del desamparo social?
¿Es que un gobierno que decretó precios máximos y no los hace respetar ni siquiera en las propias compras gubernamentales, esa autoridad tan abiertamente desairada por los hombres de negocios, sería capaz de imponer al gran capital nada menos que la interrupción de sus actividades lucrativas? Es claro que no. Pero de esto se deduce que la cuarentena existe porque el poder real quiere que exista.
Algunos, para escapar a tan incómoda conclusión, los que consideran que el aislamiento social es una medida “nacional y popular” o de izquierda, deberían consecuentemente suponer que la presión social obligó al capital a poner sus empresas en cuarentena. Pero si creen eso, habrían olvidado que los medios están controlados por el poder del gran capital financiero, y que fue mediáticamente como se aterrorizó a la sociedad, agitando a toda hora la fantasmal amenaza del fulmíneo “enemigo invisible”, convirtiendo en eje de la atención pública la estadística de sus muertes. Y así como, en oportunidades, la exhibición mediática de algunos crímenes instituye por un tiempo en el sentido común la idea de que el combate a la “inseguridad” es el primer tema que debe resolver la sociedad, ahora el coronavirus es la estrella de turno, sólo que esta transitoriedad tiene consecuencias prácticas extraordinariamente graves y dejará un surco inolvidable en la historia del mundo.
No estamos frente a una reedición de la peste negra medieval, como sugiere el impresionismo mediático, mostrando los sistemas nacionales de salud desbordados por las infecciones y las fosas comunes para los muertos. El presidente Alberto Fernández ha dicho: “prefiero un 10% más de pobres y no 100.000 muertos en la Argentina”. Le bajó luego abruptamente el precio al levantamiento de la cuarentena, diciendo que no quiere 13.000 muertos, como ocurriría si calcáramos, según sus dichos, la situación sueca y su no adopción del aislamiento social compulsivo. La mortalidad habitual en Argentina se lleva anualmente unas 340.000 vidas, muchas de ellas evitables, sin escándalo mediático, según se desprende de nuestra esperanza de vida, 76 años, menor a los 81 años de la denostada Suecia. Los argentinos morimos 5 años antes que los suecos, pero el presidente pretende darles lecciones de cómo cuidar a la población.
“El País” de España informó que la tasa de mortalidad general en aquel país, que es del 9,1 por mil, se había incrementado en marzo de 2020 un 48% respecto de marzo de 2019. Esto quiere decir que a la mortalidad del mes, que la sociedad asume como normal y que ni siquiera percibe, y que es allí del orden de 0,76 por mil mensual, el coronavirus ya en su pico de mortalidad, habría agregado ese mes apenas un 0,36 por mil. Tan modesto y efímero porcentaje de aumento, tratándose de la pandemia en España, en la culminación de la onda de contagios, y que es ejemplificada como caso especial de virulencia, no augura ninguna ruptura civilizatoria. Puesto lo mismo de otra forma: en España fallecen habitualmente alrededor de 420.000 personas por año: podría decirse que algunas decenas de miles de muertos más que agregaría el Covid 19 hasta podrían pasar desapercibidos si los medios, habituados históricamente a ocultar muertes evitables de todo tamaño y causa, esta vez no se hubieran decidido a contarlos uno por uno y día por día ante la opinión pública del mundo. Se dirá que la mortalidad del Covid 19 y su avance exponencial fue acotada por las cuarentenas, pero la aparente minuciosidad necrológica de los medios pasó por alto que cuando España había acumulado 18.000 muertos, nada menos que 11.000 provenían de los geriátricos, convertidos en trampa mortal para los “adultos mayores”, esto es, que la alta tasa de mortalidad española fue producto de una aceleración del contagio en la población de mayor riesgo, promovido desde el propio sistema de salud. https://rebelion.org/miles-de-mayores-han-muerto-prematuramente-en-las-residencias-abandonadas-por-el-sistema/
Lo propio hay que decir de los casos norteamericano e inglés donde, increíblemente, para aliviar la situación de los hospitales, se derivó enfermos de conoravirus a los geriátricos y asilos de ancianos, con las previsibles consecuencias, en Nueva York de 4.300 muertos según la Asociated Press y referidas también por el Dr Ioannidis en el video que acompañamos en este artículo. https://www.infobae.com/america/agencias/2020/05/22/4300-pacientes-de-coronavirus-derivados-a-geriatricos-de-ny/
¿Y cuánto bajan la tasa de contagio las cuarentenas tardías que amontonan en el encierro de las casas a infectados con no infectados?
El gran capital, entonces, que dispone de la información estadística que el gran público no ve, no podría estar creyendo que el Covid 19 amenaza la continuidad del capitalismo.

2-    La letalidad del coronavirus, científicamente considerada

Confirma esta impresión un artículo de opinión, ¿“Es el coronavirus tan mortífero como dicen”? aparecido en el Wall Street Journal del 24 de marzo de 2020. Es un periódico dirigido al mundo de los inversores, no al gran público. Está firmado por dos cientificos norteamericanos, Eran Bendavid y Jay Bhattacharya.
Allí se dice: “Si es verdad que el nuevo coronavirus mataría millones sin las órdenes de quedarse en casa y las cuarentenas, entonces las medidas extraordinarias que se están tomando en ciudades y estados alrededor del país están seguramente justificadas. Pero hay poca evidencia para confirmar esa premisa -y las proyecciones de la cantidad de muertos podría ser plausiblemente demasiado alta por órdenes de magnitud.” El temor por COVID-19 está basado en su alta tasa de casos fatales  -entre 2% y 4% de la gente con COVID-19 confirmado se murió- de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud y otros. Entonces, si 100 millones de estadounidenses en última instancia se infecta, entre dos y cuatro millones de personas podrían morir. Creemos que esa estimación está profundamente equivocada. La tasa verdadera de casos fatales es la proporción de los infectados que mueren, no la de las muertes de los casos positivos identificados.”
De lo que se trata, y a esto arriba el estudio, es que si  los infectados reales son muchos más, entonces la letalidad del virus es mucho menor.
Estos cientificos estaban alertados por el testeado de los norteamericanos repatriados de Wuhan, en los que se comprobó una tasa de infección 30 veces superior a la informada del Gran Huhan. Consecuentemente, organizaron recientemente una medición muestral en el Condado de Santa Clara en el Estado de California. En su resumen final dicen: “…(había) entre 48,000 y 81,000 personas infectadas en el condado de Santa Clara a principios de abril, 50-85 veces más que el número de casos confirmados.” https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2020.04.14.20062463v1
Vivimos en una cultura de la encuesta. Con una consulta a 1000 personas se puede vaticinar con mucha precisión el resultado electoral de un comicio en el que participan decenas de millones de personas. ¿Cómo no se les ocurre a los gobiernos hacer una encuesta como ésta de Santa Clara para averiguar la verdadera letalidad del virus? ¿O la han hecho y no la difunden? Es de presumir que los resultados de esa encuesta sacarían a la población del pánico y aconsejarían cambiar la estrategia para enfrentar la pandemia.

No podemos reprochar a estos científicos norteamericanos haber hecho la elemental distinción entre los infectados existentes y la parte de ellos que se ha documentado como tal. Habrá que felicitarlos por eso, porque entre nosotros hasta el propio Alberto Kornblihtt, director del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE) y miembro del directorio del Conicet, manifestó a Tiempo Argentino, el 24/5/2020: “todo el mundo aprendió la lección de que no se va a generar inmunidad de rebaño: para eso debería infectarse el 70 u 80% de la población, y con la tasa de mortalidad que tiene este virus, alrededor del 4%, eso implicaría millones de muertos.”
Ya no se trata de que Kornblihtt asuma acríticamente el 4% de la sospechable Organización Mundial de la Salud, que ya difundió el pánico por el mundo magnificando sideralmente la gripe A. No es siquiera que deseche la medición científica de la letalidad del virus en Santa Clara, que tiene la obligación de conocer. No es admisible que se sume a la vulgaridad mediática. ¿Acaso no sabe que en Suecia, Corea del Sur o Singapur no hubo cuarentena, sin que por eso hubieran allí esos millones de muertos? ¿No sabe que China teniendo una densidad de población de 146 habitantes por kilómetro cuadrado,  9 veces más que la Argentina, controló el coronavirus sin la cuarentena nacional que nosotros tenemos y que él defiende,? ¿Qué clase de locura colectiva anula inteligencias como la de este brillante científico? Diríase que esa alienación no es otra que la de los intelectuales que no se independizan de la hegemonía del poder real. 
¿Debemos asumir que se haya confundido una cosa con la otra, infectados detectados con infectados reales, y se haya obrado irreflexivamente con medidas como las cuarentenas generalizadas, cuyo costo social nadie mide? ¿O más bien estas conductas gubernamentales, propiciadas por un descomunal despliegue mediático sobre la pandemia, tienen una racionalidad oculta que hay que buscar en los intereses del poder real?
Más allá de su grosera exageración, aún la citada cifra de muertos de Alberto Fernández, 100.000, está en un orden que nos dice, o bien que esa distinción sí se ha hecho, y que el estudio de Santa Clara, o similares, está en la alforja de la información gubernamental, o bien que se tiran cifras al voleo para consumo del público masivo.
Si extrapolamos a la Argentina los cálculos norteamericanos, que reducen en 50 veces o más la tasa de mortalidad del 4% relacionada con los casos de infección identificados, la tasa real de letalidad del virus sería de un orden de 0,1%. Si se infectara un 33% de la población, 15 millones en Argentina, los muertos sumarían unas 15.000 personas. Si comparamos esto con las 32.000 muertes que en 2018 produjeron las enfermedades respiratorias, gripe y neumonía, según las Estadísticas Vitales publicadas por el gobierno en diciembre de 2019, y a pesar de la vacunación, salta a la vista la paradoja de que estas muertes se asumen sin provocar aprensiones a la hora de entrar a un subte abarrotado de gente o concurrir a cualquier tipo de aglomeraciones humanas.
Estos rápidos cálculos no tienen la pretensión de ser precisos. La extrapolación de la susceptibilidad y mortalidad de la población de Santa Clara al universo de la población mundial no podría pretender eso, pero creemos que sí ilustran sobre el orden de magnitud de la mortalidad de la pandemia. A esta altura el lector, que con toda justicia desconfía de las expresiones de las cúpulas económicas, se preguntará: ¿pero es que podemos confiar en un artículo publicado por el Wall Street Journal? ¿No es ésta una operación de poderes económicos que no quieren perjudicarse por las cuarentenas?
Y a esto responderemos que sí, que es una operación de sectores poderosos que únicamente buscan defender sus intereses. Lo que no creemos es que esas posiciones anticuarentena respondan al interés de toda la derecha social y económica. Esa derecha está dividida y su sector prevalente, en general el capital más concentrado o el que está en condiciones de beneficiarse con la concentración de capitales que acompaña y resuelve toda crisis capitalista, apoya la medida de cuarentena. Ésta facilitará, por la suspensión de los negocios,  sobre todo a los especuladores financieros, la compra masiva de empresas empujadas a la quiebra; éstas se encuentran  ya fragilizadas por la crisis económica en curso, que es anterior a la pandemia.  Si así no fuera, los medios de comunicación no hubieran puesto al coronavirus en la palestra de única preocupación social existente, haciendo socialmente posible la terrible medida de la cuarentena. Si ésta afectara los intereses del poder real, los medios habrían sencillamente ocultado la existencia del coronavirus, o si esto no hubiera sido del todo posible, lo habrían mostrado relativizado, reducido a categoría de preocupación secundaria.
La publicación por el Wall Street Journal no implica necesariamente la falsedad del artículo. De hecho, las decenas de miles de muertos que se vienen operando en EEUU se aproximan a los 100,000 (0,1% de 100 millones) que, según se desprende del artículo y la investigación de Santa Clara, hay que estimar podrían en realidad producirse, tienden a corroborarlo. Si los muertos de EEUU son decenas de miles y no millones, este estudio tiene un efectivo carácter científico.
En la Universidad de Stanford, donde revistan los suscribientes de la investigación de Santa Clara, se encuentra Michael Levitt, físico y biofísico que en 2013, recibió el Premio Nobel de Química  por el desarrollo de modelos y programas informáticos que permiten entender y predecir el comportamiento de complejos procesos químicos. En el “Los Ángeles Times” del 20/3/2020        leemos que Levitt “ predijo que el número total de casos confirmados de COVID-19 en China terminaría en alrededor de 80.000, con aproximadamente 3.250 muertes. Este pronóstico resultó ser notablemente preciso: hasta el 16 de marzo, China había contado un total de 80.298 casos y 3.245 muertes, en una nación de casi 1.400 millones de personas donde mueren aproximadamente 10 millones al año.” https://www.latimes.com/espanol/internacional/articulo/2020-03-23/vamos-a-estar-bien-por-que-este-premio-nobel-predice-una-recuperacion-rapida-del-coronavirus

En un Twetter del 24/5/2020 Levitt dice: “Realmente no sé sobre la inmunidad de rebaño. Parece que cuando el virus se desata sin control, ya sea por un distanciamiento social débil (Suecia) o una infección temprana generalizada (Reino Unido), se satura cuando la tasa de mortalidad de la población alcanza entre 5 (Europa) a 20 (NYC) por 10,000 (0.05 a 0.2 %)”. Estos valores serían congruentes con el orden de magnitud de la tasa de letalidad que surge del estudio de Santa Clara, 0,1%, que se traduciría en una mortalidad del 0,033% si se infectara un tercio de la población.
Según la Universidad de Stranford, Eran Bendavid, que encabeza el estudio de Santa Clara, tiene por interés de investigacion “Determinar la influencia de los entornos (social, político, económico y natural) en la salud de las poblaciones utilizando métodos de varias disciplinas, incluidas la economía, la epidemiología y la ciencia política.” https://translate.google.com/translate?hl=es-419&sl=en&u=https://stanfordhealthcare.org/doctors/b/eran-bendavid.html&prev=search
Jay Bhattacharya, por su parte, “se centra en las limitaciones que enfrentan las poblaciones vulnerables para tomar decisiones que afectan su estado de salud, así como los efectos de las políticas y programas gubernamentales diseñados para beneficiar a las poblaciones vulnerables.” https://healthpolicy.fsi.stanford.edu/people/jay_bhattacharya
Esta currícula sugiere descartar en estos científicos un radicalismo contestatario, pero también la irresponsabilidad social que alienta el olímpico desprecio neoliberal por la salud pública.
En la conclusión de la encuesta comunicada por estos científicos, el coronavirus aparece como muy contagioso, 50 veces más que lo que muestran las estadísticas de casos confirmados, pero a la vez 50 veces menos letal.
Se infiere de esto que, con la extensión de la infección, muy grande, pero con una letalidad aparentemente 10 veces menor que la de la gripe, 0,1% contra 1%, las barreras inmunitarias creadas por el 99,9% de los infectados, que sumarán un alto porcentaje de la población, acabaría con la posibilidad de la reproducción del virus, que se extinguiría. Y aparece entonces la conclusión de un sector que desaconseja la cuarentena: la población no sufrirá una merma importante y los negocios no se detendrán. Porque  se inscribe en un contexto de interés capitalista, es publicable el artículo en el Wall Street Journal y parece claro y transparente.

3-    La crisis capitalista y la cuarentena

Pero hay otra lógica capitalista detrás de la propiciación contraria, la de la cuarentena, que no se expresa abiertamente y que por la envergadura de la operación augura propósitos siniestros. Se arropa en las pantallas mediáticas con los valores populares de la solidaridad y la supremacía de la vida ante los intereses económicos. Para quienes siquiera intuyen quiénes están detrás de los medios y cuál es su historia, esto no puede ser tomado en serio.
¿Cuál es la motivación capitalista de la cuarentena? El trasfondo de la actitud del poder real es la gravísima crisis económica en que está sumergido el capitalismo mundial, que es preexistente a la pandemia y cuya envergadura se mide en el retorno del proteccionismo, las guerras comerciales, el brexit, o la solitaria exacerbación de la agresividad imperial de EEUU, esto es, la quiebra del globalismo.
Sin necesidad de incurrir en “teorías conspirativas”, se advierte que las cuarentenas son funcionales a tres propósitos:
1)      Provocar con el freno económico consiguiente, una aceleración de la concentración económica, empujando al precipicio a  una ingente cantidad de empresas que se hallan comprometidas por el desarrollo de la crisis, que desaparecerán o serán vendidas a precio vil. Las oscilaciones bruscas de las bolsas pueden ser parte de este proceso. ¿Quiénes se beneficiarán con esto? Los que se queden con la propiedad de las empresas caídas, o con sus mercados.
2)      Las cuarentenas difundidas por el mundo elevan verticalmente los déficit estatales, porque el paro económico reduce la recaudación fiscal, al tiempo que la ayuda estatal a los millones de parados por el aislamiento social, suma un formidable gasto extraordinario al erario público. Ese déficit se solucionará con la correspondiente masa de nuevos títulos de endeudamiento público, amenazando con llevar a niveles paroxísticos la dependencia de los gobiernos respecto del capital financiero especulativo. Ofrecen de este modo una vía de escape a los quebrantos de la especulación, que podrá adquirir los títulos de una extraordinaria emisión de deuda de los Estados a nivel mundial. Las operaciones especulativas tendrán así la alternativa  que los libere de la desvalorización de los activos privados (acciones y propiedades), así como de la perspectiva de la insolvencia para los títulos de deuda privadas, que es consecuencia de la crisis anterior a la pandemia.
3)      Camuflar, detrás del chivo expiatorio de la pandemia, la verdadera naturaleza de la crisis, para anestesiar el descontento popular y desmontar la posibilidad de que se derive hacia la crítica del sistema. El aislamiento social presta un servicio ideal a la parálisis de la conciencia, que en las masas evoluciona en el movimiento práctico de su movilización colectiva.

La cuarentena no perjudica sino que fortalece a los beneficiarios de la concentración económica, que en lo principal se ubican en la cúspide de la sociedad  y que, por constituir el poder real, controlan los medios de comunicación. En el caso particular argentino, se advierte que la producción de los alimentos, así como el aumento de sus precios, no se han detenido y que los bancos han seguido lucrando, aun cerrados, porque su fuente principal de ingresos, los títulos del estado, siguen rindiendo sus intereses. El parasitismo de las rentas de la tierra y de la usura no ha enfermado con el coronavirus.

4-    Un modo de enfrentar el covid 19 desde los intereses populares


No hay decisiones soberanas sin información soberana. El país no puede conducirse en la emergencia con la tasa de letalidad del virus dada por la Organización Mundial de la Salud.
Lo primero que debiera hacerse es medir fehacientemente en el país esa letalidad, adoptando la metodología del grupo de la Universidad de Stanford. Realizar esto podría ser cuestión de días. Se trataría de ratificar que la tasa de letalidad en Argentina está en un orden de magnitud similar a la obtenida por esa Universidad.

La defensa del trabajo es esencial para los trabajadores y el pueblo. En el capitalismo, las crisis económicas y su secuela de desocupación han sido infaliblemente fatales para 0la defensa de los derechos laborales y los salarios de los trabajadores. La consigna trotskista de más aislamiento social con altos salarios de cuarentena es, peor que utópica, absurda. Es falso asimismo que de la caída económica se pueda volver al estado previo, como afirmó el presidente. La concentración económica no tiene marcha atrás, muchos empresarios desaparecerán y muchos más asalariados perderán para siempre su nivel salarial o su condición de persona ocupada. 
Alberto Fernández justificó la privación del trabajo para una enorme masa popular diciendo “prefiero que una fábrica esté con los obreros en cuarentena y no enfermos o muertos”. Mostrar que esa alternativa no existe, es el punto de arranque de una propuesta sanitaria que represente al pueblo laborioso y no a la especulación financiera.
Pensemos en una gran fábrica de 5000 trabajadores que siguió funcionando bajo el asecho del covid 19 y que arribó al peor de los escenarios. Supongamos que la totalidad de los obreros de esa fábrica se contagió.
De acuerdo a la encuesta de Santa Clara, alrededor de sólo 1 cada 50 trabajadores infectados se enfermaría, por lo que en esa fábrica de 5000 personas, todas infectadas,  perdería la salud una cifra cercana a las100 personas.
La probabilidad de muerte por enfermo de covid 19 varía, según la edad, pero como los adultos mayores no estarían en esa fábrica porque están jubilados, esa probabilidad de muerte de ese personal se reduciría aproximadamente a un 0,4%. Esto es, que de los 100 enfermos, morirían algo cercano a las “0,4 personas” (más bien ninguna que una). En un artículo del 4/5/2020, nos enteramos por el Dr. Ioannidis, eminente investigador también de la Universidad de Stanford, que un estudio posterior realizado en Nueva York, arrojó una tasa de infección del 25%, contra el 1,7% oficial de casos confirmados. Aquí la letalidad real del virus se reduce en 14,7 veces en lugar de 50  como en Santa Clara. Esta mayor letalidad no desmiente a la encuesta de Santa Clara porque la mortalidad de Nueva York, se mida como se la mida, aparece comparativamente alta en el plano mundial. No obstante, si aplicáramos esta otra proporción en nuestra hipotética fábrica de 5000 obreros, los enfermos ascenderían a 340 y la mortandad esperada del 0,4%,  resultaría en el fallecimiento probable de “1,35 personas” (más bien una persona que dos). https://www.infobae.com/america/mundo/2020/05/04/un-epidemiologo-y-matematico-de-stanford-explica-a-los-gobiernos-por-que-es-tiempo-de-levantar-las-cuarentenas/
Esa mortalidad podría reducirse virtualmente a cero, si se pusiera en cuarentena a los que tienen enfermedades susceptibles de complicarse mortalmente con el covid 19.
Aunque falleciera de coronavirus alguna persona, esto no rompería la habitualidad en un colectivo de 5000 individuos, donde difícilmente pase año sin que se enferme y muera gente por otras causas, por lo que no se advierte cuál es la razón sanitaria especial por la que el covid 19 obligaría a arrostrar la catástrofe de trastocar hasta la supresión el estado del trabajo normal en el conjunto social.
Partiendo de este cuadro probable, y no del dislate presidencial, es indudable que lo correcto sería mantener en funcionamiento la empresa, respetando la cuarentena de los trabajadores con riesgo especial y de aquellos que conviven domiciliariamente con adultos mayores, para evitar su contagio. Estos trabajadores deberían ser considerados con los derechos de una licencia por enfermedad. La merma de la fuerza laboral, por el licenciamiento cuarentenal de estos trabajadores, podría compensarse o paliarse acudiendo a la masa de los desocupados, que es cada vez más enorme.
Esto en cuanto al contagio en el ámbito del trabajo. Tratándose de la mortalidad por contagio en los transportes y la circulación de la población,  ésta sería igualmente pequeña, si la que circula es esta población con riesgos ínfimos, puesto que los vulnerables estarían en cuarentena.
En general pues, la cuarentena debería reducirse a los adultos mayores y a los que conviven con ellos en sus viviendas, aplicada de un modo riguroso.

Otro aspecto importante a considerarse sería que el coronavirus está siendo combatido por un sistema de salud que es el principal factor de mortalidad. Las residencias de ancianos deberían aislarse con su personal incluido, abonándosele a éste un salario especial resarcitorio. En el sistema hospitalario debería procurarse el aislamiento efectivo de los enfermos de coronavirus de los otros pacientes, porque todos pertenecen a la población de riesgo. No deberían compartir el personal médico. ¿Por qué no considerar la asignación de hospitales al coronavirus y liberar el resto del sistema para atender al resto de las enfermedades, que no se están atendiendo por miedo al contagio?  ¿Qué bomba de tiempo sanitaria se ha puesto en marcha en nombre de la salud con la suspensión de la medicina programada?  La cuarentena generalizada, queda claro una vez más, no tiene explicación como cuidado de la población. Las situaciones especiales como las de las villas deberían abordarse en su especificidad en subordinación a estos principios generales.
5-    Los medios de comunicación y la cuarentena

Los reclamos de derecha contra la cuarentena obedecen, en algunos casos, a los intereses capitalistas lesionados, a los perdedores de la crisis, pero también, y sobre todo, a la necesidad demagógica de hacer oposición a un gobierno de coalición en el que el poder económico no tiene una representación absoluta. Quienes con el gobierno macrista pusieron al país bajo la directa férula del capital financiero especulativo, no serán precisamente ahora los adalides de la defensa de la producción. Los mentirosos seriales del macrismo están proclamando lo contrario de lo que piensan. ¿Qué harían ellos si fueran el gobierno?: ¡La cuarentena! ¿No son acaso los más puros agentes vernáculos de la especulación internacional que lucrará con la destrucción económica? ¿No fueron los campeones mundiales del endeudamiento? Los que se manejan con la ecuación Macri=Bolsonaro, e identifican la posición anticuarentena con la derecha más extrema, no perciben que mientras Bolsonaro resiste la cuarentena expresando al poderoso lobby industrial brasileño, Fernández aquí la impone porque no afecta en lo más mínimo al corazón del poder real ultra reaccionario en la Argentina, la agroindustria y las finanzas. La alimentación es considerada actividad esencial y los bancos, aún cuando estuvieron cerrados, siguieron lucrando con su principalísima fuente de ingresos: los intereses de los títulos públicos en su cartera.
Sin embargo, en la  medida en que la penuria de la economía popular acumule sus efectos, la bandera anticuarentena tiene la chance de volverse simpática a las mayorías. Con la presente campaña, la derecha va creando el clima para adjudicar al “populismo” la responsabilidad por una crisis que, en su esencia, no responde a la coyuntura de la cuarentena, sino a la sintomatología de un agotamiento histórico del capitalismo, del que emerge la hipertrofia y desenfreno predatorio del capital financiero especulativo..   
En este, como en todos los temas, los sectores populares no superan su confusión y no terminan de plasmar una emancipación informativa y valorativa del discurso mediático.
¿Qué costo humano, cuántas vidas se llevará la cuarentena en forma inmediata y directa, por ejemplo, con la suspensión de toda la medicina programada? ¿Qué porcentaje de las decenas y centenares de miles de consultas médicas y estudios que no se hacen corresponden a diagnósticos cuya omisión oportuna han tenido ya o tendrán una consecuencia fatal? ¿Esta omisión de medicina programada de hoy no derivará en el colapso futuro del sistema sanitario, abrumado por las urgencias médicas que se incuban en este descuido de hoy? 
¿Y cuánta pérdida humana provocará la aceleración de la crisis y sus secuelas de concentración económica, aumento estructural de la pobreza y la desigualdad social? Las crisis económicas enseñan que el desempleo y la tasa de suicidios aumentan en la misma proporción. No recibirá el pueblo la respuesta a este interrogante complejo, si se le ha ocultado la simple información de cuál es la verdadera letalidad del virus.
Lo que debe tener por seguro es que los mendrugos asistenciales no remediarán una penosa perspectiva de la cual este episodio del Covid 19 es apenas su mascarón de proa.

6-    Entrevista con el Dr. John Ioannidis de la Universidad de Stanford - California - EEUU




Según Wikipedia, “Ioannidis estudia la investigación científica en sí misma, especialmente en medicina clínica y ciencias sociales. Es uno de los científicos más citados en la literatura, y su artículo de 2005 «Por qué los hallazgos de investigación más publicados son falsos»​ es el documento más descargado de la Public Library of Science, y en la plataforma de acceso abierto a publicaciones científicas Mendeley, Ioannidis cuenta con el mayor número de lectores en materia de ciencia.”
En el «Por qué los hallazgos de investigación más publicados son falsos», Ioannidis comienza por desarrollar el género de dificultades que la investigación enfrenta como puro proceso de conocimiento, que no interesa al punto de vista de nuestro trabajo. Pero en un “Corolario 5” dice: “Cuanto mayores son los intereses y prejuicios financieros y de otro tipo en un campo científico menor es la probabilidad de que los resultados de la investigación sean verdaderos. Los conflictos de interés y los prejuicios pueden aumentar el sesgo u. Los conflictos de interés son muy comunes en la investigación biomédica (Krimsky, Rothenberg, Stott y Kyle, 1998), y suelen ser reportados en forma inadecuada y poco frecuente (ibid.; Papanikolaou, Baltogianni, Contopoulos-I. et al., 2001). Los prejuicios no necesariamente tienen orígenes financieros. Los científicos de un campo dado pueden tener prejuicios debido simplemente a su creencia en una teoría científica o al compromiso con sus propios resultados. Muchos estudios en apariencia independientes, realizados en las universidades, se pueden llevar a cabo únicamente para dar a los médicos e investigadores calificaciones para su promoción o su titularidad. Tales conflictos no financieros también pueden llevar a reportar resultados e interpretaciones distorsionados. Los investigadores prestigiosos pueden suprimir la aparición y la difusión de resultados que refuten sus hallazgos mediante el proceso de revisión por pares. Así perpetúan falsos en su campo de investigación. La evidencia empírica sobre la opinión de los expertos además, que es poco confiable…” (Antman, Lau et al., 1992).
Sólo nos cabe agregar que pocas veces la neutralidad científica se halló tan poco garantizada como en estas circunstancias. El diagnóstico de la letalidad del virus se vincula con el operar financiero, político, ideológico y cognitivo de la más colosal concentración de intereses económicos que conozca la historia de la humanidad.