jose hernandez

"...no teniendo muy claras tachas que oponerme, mis oponentes debaten seriamente mi título recibido de loco. Toda la educación popular era nueva, y yo estaba solo como un visionario. Loco. ¿Las Islas del Tigre? Loco. ¿Las tierras de Chivilcoy? Loco. ¿El cercar las estancias? Loco. ¿El no creer en nuestros doctores y promover la reforma universitaria como lo estaba haciendo Lord Lowe en el parlamento inglés? Loco. Loco."

Domingo Faustino Sarmiento

"Stalin, historia y crítica de la leyenda negra"


Nota introductora
Nada más convincente que la fuerza de los hechos tangibles. La leyenda negra sobre Stalin es una construcción mediática que impone sus reales en el extranjero, pero no tiene vigencia en Rusia, donde Stalin vivió y actuó. Reiteradas encuestas de opinión pública lo registran como la personalidad histórica más popular de Rusia.
Pero no es solamente el pueblo común: toda la oposición militante, que permanece fiel al ideario socialista, lleva a Stalin como figura estandarte.  
El Partido Comunista de la Federación Rusa, de gran caudal electoral, encabeza su discurso con la reivindicación de la construcción soviética y de Stalin como su máximo dirigente.


Discurso de Ziugánov sobre Stalin

Ziuganov, Secretario General
del PCFR

Apuntes y comentarios sobre el texto
de Doménico Losurdo

El libro, agotado en Argentina, es notable por la recopilación documental y sorprende también por su tono neutro. Losurdo–filósofo italiano, crítico del capitalismo- no se expresa desde un apasionamiento partidario. Él mismo no es “stalinista” o comunista, ni siquiera marxista. Considera que la Revolución Rusa ha sido radical en exceso y, en este punto, sus mayores afinidades parecen estar con el ala derecha de los bolcheviques, con Bujarin, que proponía una lenta evolución hacia el socialismo, en armonía con los elementos burgueses supervivientes, especialmente los del campo. Losurdo utiliza un enorme conjunto de testimonios y pruebas -1000 citas acumula el trabajo- que refutan los distintos elementos que argumentan el descrédito y hasta la demonización del líder soviético.
Dividimos nuestra apreciación de este trabajo en dos partes: una primera, seleccionando la prueba documental y testimonial que aporta y de la que ofrecemos una muestra; y una segunda, con nuestra evaluación crítica sobre la forma en que Losurdo interpreta los hechos, porque entendemos que, a pesar de sus visibles méritos, el trabajo adolece de vicios conceptuales insoslayables que, además, dejan en pie importantes aspectos de esa misma “leyenda negra” que desnuda en múltiples tópicos.

I - Algunas notas tomadas del libro

¿Cómo eran los “Gulags”?

La novela, origen de la
palabra "gulag"
Es sabido que la principal carta de la literatura antisoviética consiste en caracterizar a la URSS de los tiempos de Stalin como la sistematización del mayor y elaborado terrorismo de estado de la historia. La satánica imagen se acuña en la palabra “gulags”, símbolo extraído de una novela, con que se pasó a designar los institutos de detención soviéticos. Ciertamente que el carácter de un Estado, su naturaleza más o menos coactiva u opresiva, puede rastrearse en el modo en que funciona su más inmediato e importante instrumento represivo: las cárceles. A este respecto, y asumiendo este criterio como válido, vale la pena recordar que las cárceles argentinas, después de 30 años de continuidad democrática, acaban de ser denunciadas por Abel Córdoba, fiscal titular de la Procuraduría de Violencia Institucional, por algo largamente sabido: En las cárceles argentinas muere una persona cada 38 horas.  Esto pasa porque, entre otras cuestiones, la Justicia es incondicional a la tortura y la muerte”… “el modo de producir la muerte es la omisión de todo. Es encerrar a una persona y no permitirle el acceso a ninguna asistencia. Hay personas que mueren por una infección de una muela, no las atienden y terminan muriendo de una causal propia del siglo XIX, o por tuberculosis; y también está la consecuencia directa del gobierno penitenciario que son los suicidios…” “…Las condiciones de vida de los presos en las cárceles son infrazoológicas: si hubiera animales, la sociedad y las organizaciones de defensa de los animales no lo toleraríanlas condiciones infrazoológicas de detención son equivalentes a los centros clandestinos de detención. Uno entra a celdas de dos por dos donde hay seis personas tiradas, las paredes están llenas de cucarachas, donde cuesta estar, es doloroso, violento sólo ir a comprobarlo...El límite de la violación de derechos es la resistencia biológica de las personas, lo dicen los propios médicos penitenciarios. No se mueren todos porque son jóvenes, y el cuerpo les aguanta. Es el único respaldo que hay, el único paraguas.”  http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-226463-2013-08-10.html
Está claro que estas cárceles son un elemento estructural de terror. La situación denunciada no es coyuntural, sino una realidad estable que se agrava desde hace décadas; esta denuncia –el acto de un funcionario aislado- ni siquiera ha tenido repercusión social. ¿Tenían ese carácter –ser un instrumento de terror- las prisiones soviéticas en tiempos de Stalin?
Losurdo ilustra con ejemplos de distintas épocas la idea de que las cárceles soviéticas estaban concebidas para la adecuada resocialización y no el castigo de los presos y que por fuera de ciertos estados de excepción, ese fue su rol efectivo. Las citas están tomadas de investigadores anticomunistas.
“En 1921, mientras se intensifica la guerra civil, así funciona la prisión moscovita de Butyrka: A los prisioneros se les permitía salir libremente de la prisión. Organizaban sesiones de gimnasia matutinas, habían formado una orquesta y un coro, creado un "círculo" surtido con revistas extranjeras y una buena biblioteca. Según la tradición de la época pre-revolucionaria, tras la liberación cada prisionero dejaba sus libros. Un consejo de prisioneros asignaba las celdas, algunas de las cuales estaban bien acondicionadas, con tapices en el suelo y las paredes. Otro prisionero recordaba: «Paseábamos a lo largo de los pasillos como si fueran callejuelas». A Babina [socialista revolucionaria] la vida en prisión le pareció irreal: «¿conseguirán mantenernos encerrados?» Otra socialista revolucionaria, arrestada en 1924 y enviada a Savatievo, se ve felizmente sorprendida al encontrarse en un lugar «en absoluto parecido a una prisión». No solamente puede conseguirles a los prisioneros políticos provisiones alimentarias y ropa en abundancia gracias a sus contactos, sino que también convierte su celda en la sección femenina de los socialistas revolucionarios. Algún año después, vemos cómo los detenidos en el archipiélago de las Soloveckie, muchos de los cuales eran científicos de San Petersburgo, disponen de un teatro, una biblioteca de 30.000 volúmenes, y un huerto botánico, crean «también un museo de la flora, la fauna, el arte y la historia locales» y producen «revistas mensuales y periódicos en los que aparecían viñetas satíricas, poesías llenas de nostalgia y relatos sorprendentemente sinceros» Zubkova (2003) Es cierto, el retrato del sistema carcelario que surge en el mismo período no es homogéneo. Y sin embargo, los arriba citados no son casos aislados. Por otro lado, incluso si se tratase de oasis felices y fugaces, su existencia ya sería de por sí significativa. Desde luego, no faltan las protestas, pero es interesante leer las reivindicaciones (parcialmente acogidas) expresadas mediante una huelga de hambre de prisioneros políticos (en su mayor parte trotskistas): Ampliar la biblioteca, integrarla tanto con periódicos publicados en la URSS como al menos con ediciones de la sección de la KI [Internacional Comunista]; actualizar sistemáticamente las secciones de economía, política y literatura, y la de obras en lenguas minoritarias. Subscribirse al menos a una copia de periódicos extranjeros. Permitir la inscripción en cursos por correspondencia. Organizar para tal fin un fondo cultural, como ocurre incluso en los centros penitenciaros criminales [...].
Cárcel de Alcatraz
 Permitir la introducción en la cárcel de todas las ediciones extranjeras admitidas en la URSS, en particular los periódicos extranjeros permitidos, sin excluir los burgueses [...]. Consentir el intercambio de libros [...]. Adquirir papel en cantidad no inferior a 10 cuadernos al mes por persona Chlevnjuk (2006). Estamos en junio de 1931, y la fecha es significativa. Mientras conllevan una masiva extensión del universo concentracionario, por otro lado la llegada al poder de Stalin y la campaña lanzada por él para la «liquidación de los kulaks como clase» no modifican de manera radical la situación existente  dentro de tal universo. Esto no vale solamente para los prisioneros políticos: «los comienzos de los años treinta [...] fueron para los detenidos una época casi "próspera" e incluso "liberal"». La dirección del Gulag muestra «cierta tolerancia religiosa» y acoge la petición de una dieta vegetariana avanzada por los pertenecientes a ciertas «sectas religiosas» ibid. Aquí tenemos un esbozo de las colonias penales en el extremo norte a comienzos de los años treinta: Se necesitaban hospitales y los administradores los construyeron, introduciendo sistemas para preparar a algunos detenidos en la profesión de farmacéuticos y enfermeros. Para suplir las necesidades alimentarias, construyeron sus propias granjas agrícolas colectivas, depósitos y un sistema propio de distribución. Necesitando electricidad, construyeron plantas eléctricas, y para satisfacer la demanda de material de construcción, construyeron fábricas de ladrillos. Al necesitar obreros especializados, adiestraron a los que tenían. Muchos de los ex kulaks eran analfabetos o semianalfabetos, y esto provocaba problemas enormes cuando se debían afrontar proyectos de una cierta complejidad técnica. De hecho la administración de los campos proporcionó escuelas de formación técnica, que a su vez exigieron más edificios y nuevos cuadros de trabajadores, profesores de matemáticas y física, así como "instructores políticos" para supervisar su trabajo. En los años cuarenta, Vorkuta, una ciudad construida sobre un terreno permanentemente helado, donde las calles debían ser reasfaltadas y las tuberías reparadas cada primavera, tenía ya un instituto geológico y una universidad, teatros, pequeños teatros de marionetas, piscinas y guarderías. Por «extraño» que pueda parecer, «el Gulag poco a poco llevaba la "civilización", si así puede llamarse, a remotas zonas deshabitadas» ibid. Entre los dirigentes y los administradores, no faltan personas que dan prueba de humanidad e inteligencia: Por lo que parece Berzin aprobaba en gran medida (es más, al menos por sus palabras, con entusiasmo) las ideas de Gorki sobre rehabilitación de los prisioneros. Exudaba benevolencia y paternalismo y abrió para sus detenidos salas cinematográficas y círculos de discusión, bibliotecas y cafeterías "estilo restaurante". Plantó jardines con fuentes, y creó un pequeño jardín zoológico. Además pagaba un salario regular a los prisioneros y ponía en funcionamiento la misma política del «préstamo anticipado a cambio de un buen trabajo» que los comandantes del canal del mar Blanco. ibid
Antón Makárenko
Célebre pedagogo soviético, era enorme
la popularidad de su experiencia con la
resocialización de los delincuentes juveniles 
“A la obsesión productiva se le añade la pedagógica, como muestra la presencia en los campos de una «Sección educativo-cultural» (KVC), una institución en la que «los dirigentes moscovitas del Gulag [...] en realidad creían mucho». Precisamente por esto, tomaban «bastante en serio los periódicos murales». Y bien; si los leemos, vemos que las biografías de los detenidos rehabilitados están escritas en «un lenguaje extraordinariamente parecido al de los buenos trabajadores fuera de la colonia: trabajaban, estudiaban, hacían "sacrificios e intentaban mejorar» Chlevnjuk (2006). Se intenta «reeducar» a los detenidos, transformándolos en estajanovistas listos para participar en primera línea, y con entusiasmo patriótico, al desarrollo del país. Demos una vez más la palabra a la historiadora estadounidense del Gulag: «En los campos, como en el mundo exterior, continuaban desarrollándose "competiciones socialistas", Competiciones de trabajo en las que los detenidos se enfrentaban por ser quienes consiguiesen producir más. Además festejaban a los trabajadores estajanovistas por su presunta capacidad de triplicar o cuadruplicar las cuotas» ibid. ¿No es casual que, hasta 1937, al dirigirse al prisionero, la guardia lo llamase «compañero» ibid. La reclusión en el campo de concentración no excluía la posibilidad de promoción social: «Muchos detenidos acabaron trabajando como guardias o administradores en los campos» ibid; sobre todo, como hemos visto, no pocos aprenden una profesión a ejercer tras su liberación. Desde luego, un giro brutal se produce en 1937. Mientras arrecia la tercera guerra civil y nubes de tormenta cada vez más densas se agolpan en el horizonte internacional, la quinta columna, real o presunta, se convierte en objeto de una caza cada vez más obsesiva. En tales circunstancias el detenido ya no es un potencial «compañero»: está prohibido llamarlo de este modo; se le prescribe la calificación de «ciudadano», pero se trata de un ciudadano que es un potencial enemigo del pueblo… …No obstante, «En los años cuarenta, en teoría la KVC de cada campo tenía al menos un instructor, una pequeña biblioteca y un círculo" donde se organizaban espectáculos teatrales y conciertos, se organizaban conferencias políticas y debates». Hay más. Mientras se intensifica la guerra nazi de aniquilación y todo el país se encuentra en una situación absolutamente trágica, «tiempo y dinero» se invierten copiosamente para reforzar «la propaganda, manifiestos y reuniones de adoctrinamiento político» de los detenidos: Solamente entre los papeles de administración del Gulag, hay cientos y cientos de documentos que certifican la intensa actividad de la Sección educativo-cultural. En los primeros tres meses de 1943, en plena guerra, entre los campos y Moscú se daba un frenético intercambio de telegramas, porque los comandantes locales intentaban conseguir por todos los medios instrumentos musicales para los detenidos. Mientras, los campos organizaron un concurso sobre el tema «la Gran guerra patriótica del pueblo soviético contra los ocupantes alemanes fascistas»: participaron cincuenta pintores y ocho escultores detenidos ibid. Todavía por las mismas fechas, el responsable de un campo con 13.000 detenidos trazaba un significativo balance de su actividad:
Destacaba con orgullo que en la segunda mitad del año se habían desarrollado 762 conferencias políticas, a las que habían asistido 70.000 prisioneros (probablemente muchos participaban varias veces). Además la KVC había organizado 444 reuniones de información política, en las que habían participado 82.400 prisioneros, publicado 5.046 "periódicos murales" leídos por 350.000 personas; habían realizado 232 conciertos y espectáculos, proyectado 69 películas y organizado 38 compañías teatrales ibid. Desde luego, a partir de la invasión nazi los detenidos advierten dramáticamente los efectos de la escasez, pero esto no tiene nada que ver con la aparición de una voluntad homicida: Las altas tasas de mortandad en los campos de concentración durante determinados años reflejaban en parte los acontecimientos que se producían en el exterior [...]. En el invierno de 1941-1942, cuando un cuarto de la población del Gulag murió de inanición, murió de hambre también alrededor de un millón de habitantes en Leningrado, atrapada por el bloqueo alemán. La escasez y la desnutrición golpeaban a una gran parte de la Unión Soviética ibid - Por otro lado, pese a la situación tan desesperada, en enero de 1943 gobierno soviético instituyó un "fondo alimentario" especial para el Gulag») ibid. Estamos tan lejos de la aplicación de una voluntad homicida, que el clima de unidad nacional suscitado por la Gran guerra patriótica se deja oír también dentro del Gulag. Mientras, éste conoce una masiva despoblación por una serie de amnistías; vemos a los ex-detenidos combatir valientemente, expresar satisfacción y orgullo por el hecho de disponer de armas tecnológicamente avanzadas y producidas «gracias a la industrialización del país» (que había significado la primera y más consistente expansión del universo concentracionario), hacer carrera en el Ejército rojo, ser admitidos en el partido comunista, conseguir honores y medallas al valor militar ibid.”
La desviación hacia el exceso represivo causada por la lucha contra la quinta columna en los años 1937-1938 genera la correspondiente reacción, que encontramos reflejada en este pasaje de Losurdo:
 “En febrero de 1938 es el mismo Vysinsky, procurador general de la URSS, el que denuncia las «condiciones de detención [...] insatisfactorias, y en algunos casos absolutamente intolerables», que reducen a los hombres «a bestias salvajes». Algunos meses después es Laurenti Beria, jefe de la policía secreta, el que apoya una política que invita a «castigar severamente a los interrogadores que consideran los golpes como el principal método de investigación y que lisian a los arrestados cuando no tienen pruebas suficientes de su actividad antisoviética» Chlevnjuk. No se trata de denuncias rituales: cuando son descubiertos, los responsables de los "abusos" son severamente castigados, también con la muerte; muchos otros son despedidos; no faltan tampoco conflictos entre la magistratura y el aparato represivo, que se queja de la introducción de «reglas» que parecen «una sorpresa extremadamente desagradable» ibid. Con el fin de reforzar el control se anima la presentación de reclamaciones e instancias por parte de los detenidos. Otras veces se intenta mejorar la situación recurriendo a amnistías y descongestión de los campos ibid.”

¿Stalin antisemita?


"No olvidamos tampoco la actitud humanitaria de la
Unión Soviética, que fue la única de las grandes
potencias que abrió sus puertas a cientos de miles
de judíos, cuando los ejércitos nazis avanzaban
a través de Polonia"
Albert Einstein, Este es mi pueblo.
Para presentar al comunismo como un régimen negador de la democracia, suele equiparárselo al nazismo y a este fin resulta útil atribuirle un sesgo racista, antisemita. Losurdo reúne sobre esto algunos testimonios que hoy resultan llamativos:
“A miles de kilómetros del campo socialista, también en Israel la reacción (ante la muerte de Stalin) fue de luto: «Todos los miembros del MAPAM, sin excepción, lloraron»; se trataba del partido al que pertenecían «todos los líderes veteranos» y «casi todos los ex-combatientes». 
Al dolor siguió la zozobra: «El sol se ha puesto» titulaba el periódico del movimiento de los kibbutz, "Al-Hamishmar". Tales sentimientos fueron durante cierto tiempo compartidos por personajes de primera línea del aparato estatal y militar: «Noventa oficiales que habían participado en la guerra del '48, la gran Guerra de independencia de los judíos, se unieron en una organización clandestina armada filo-soviética [aparte de filo-estalinista] y revolucionaria. De estos, once ascendieron a generales y uno a ministro, y todavía hoy son honrados como padres de la patria de Israel».
No. No se trata de propaganda “stalinista”. Quien escribió esto es una anticomunista por encima de toda sospecha, la sionista Fiamma Nirenstein,  destacada diputada italiana de la coalición que apoyó a Silvio Berlusconi.
Ni antisemita, ni racista en general, siguen las citas de Losurdo:
“Cuando veo que Hitler y Mussolini perseguían a los hombres por su raza, e inventaban aquella terrible legislación antijudía que conocemos, y contemplo cómo los rusos, compuestos por 160 razas diferentes, buscan la fusión de éstas, superando las diferencias existentes entre Asia y Europa, este intento, este esfuerzo hacia la unificación de la sociedad humana, dejadme decir: esto es cristiano, esto es eminentemente universalista en el sentido del catolicismo (Bobbio).”
“En aquél mismo año Hannah Arendt había dejado escrito que el país dirigido por Stalin se había distinguido por el «modo completamente nuevo y exitoso de afrontar y armonizar los conflictos entre nacionalidades, de organizar poblaciones diferentes sobre la base de la igualdad nacional»; se trataba de una suerte de modelo, era algo «al que todo movimiento político y nacional debería prestar atención».

¿Stalin confiaba en Hitler y el ataque nazi lo dejó anonadado?

Esta creencia tomó fuerza por impulso de Jruschov, en su Informe Secreto al XX Congreso del PCUS, donde dijo:
“Durante y después de la guerra, Stalin adelantó la tesis de que la tragedia que nuestra nación vivió en la primera parte de la guerra era consecuencia de que Alemania atacó inesperadamente a la Unión Soviética. Pero, camaradas, esto no es verdad. Tan pronto como Hitler llegó al poder en Alemania, se asignó a sí mismo la tarea de liquidar al comunismo…”  “…No sería correcto olvidar que después de los primeros severos desastres en el frente, Stalin pensó que se estaba ante el fin. En uno de sus discursos de esos días dijo: « Todo aquello que Lenin creó, se ha perdido para siempre».
“Después de esto, por un buen tiempo, Stalin se alejó de la dirección de las operaciones militares y se dedicó a no hacer nada. Volvió a asumir la dirección activa sólo cuando el Politburó lo visitó para decirle que era necesario tomar ciertas medidas para mejorar la situación en el frente. Por lo tanto, la amenazadora situación que se cernió sobre la nación en el primer período de la guerra, fue consecuencia de métodos erróneos empleados por Stalin mismo.”
Nikita Jruschov
Sobre su Informe Secreto, el profesor norteamericano
Grover Furr, en su libro "Khruschev lied" desarrolla
la tesis de que sobre 61 cargos que allí se formulan
contra Stalin, 60 son comprobablemente falsos, no
pudiendo verificar la validez del restante.
En cambio, Losurdo hace desfilar conocidos antecedentes sobre la preparación militar de la URSS, que revelan que la dirección soviética, encabezada por Stalin, no confiaba nada en Hitler:
“Algunos datos son de por sí elocuentes: si en el primer plan quinquenal llegan al 5,4% del gasto estatal, en 1941 los presupuestos para la defensa suben hasta el 43,4%; «en septiembre de 1939, siguiendo órdenes de Stalin, el Politburó tomó la decisión de construir antes de 1941 nueve fábricas nuevas para la fabricación de aviones»; en el momento de la invasión nazi «la industria había producido 2.700 aviones modernos y 4.300 carros de combate». A juzgar por estos datos, pueden decirse muchas cosas, excepto que la URSS haya llegado poco preparada a la trágica cita con la guerra.”
En cuanto a la coyuntura inmediata de la invasión, Losurdo cita: «entre mayo y junio se llaman a filas a 800.000 reservistas, a mediados de mayo 28 divisiones se desplazan en los territorios occidentales de la Unión Soviética», mientras se siguen a un ritmo constante los trabajos de fortificación de fronteras y de camuflaje de los objetivos militares más sensibles. «En la noche entre el 21 y 22 de junio se les da la alarma a todas estas fuerzas y son llamadas a prepararse para un ataque por sorpresa por parte alemana»
Impactan además algunos detalles sobre la reacción inmediata de Stalin, en las antípodas de lo que describe Jruschov:
“El caso es que ahora tenemos acceso al registro de los visitantes del despacho de Stalin en el Kremlin, descubierto a comienzos de los años noventa: parece ser que desde las horas inmediatamente siguientes a la agresión militar, el líder soviético se sumerge en una incesante sucesión de reuniones e iniciativas para organizar la resistencia. Son días y noches caracterizadas por una «actividad [...] extenuante», pero ordenada. En cualquier caso, «todo el episodio [narrado por Kruschov] es una completa invención», esta «historia es falsa».
“…No hay pruebas de pánico ni de histeria. Leamos la correspondiente entrada del diario de Dimitrov: «A las 7 de la mañana me han reclamado con urgencia en el Kremlin. Alemania ha atacado a la URSS. Ha comenzado la guerra [...]. Sorprendente calma, firmeza y seguridad en Stalin y en todos los demás». Sorprende todavía más la claridad de ideas. No se trata solamente de proceder a la «movilización general de nuestras fuerzas». Es necesario también definir la situación política. Sí, «solamente los comunistas pueden vencer a los fascistas», dando fin a la ascensión aparentemente imparable del Tercer Reich, pero no hay que perder de vista la naturaleza real del conflicto: «Los partidos [comunistas] impulsan sobre el terreno un movimiento en defensa de la URSS. No plantean la cuestión de la revolución socialista. El pueblo soviético combate una guerra patriótica contra la Alemania fascista. El problema es la derrota del fascismo, que ha sometido a una serie de pueblos e intenta someter a otros».
El Diario de Dimitrov que cita Losurdo, fue publicado  hace pocos años. Tratándose de sus anotaciones íntimas, tiene un enorme valor testimonial.
Pero hay más: la fulminante penetración alemana en territorio soviético no fue consecuencia de errores de Stalin, como asevera Jruschov sino, por el contrario, el resultado de una elaborada estrategia, que consistía en esperar a los alemanes a considerable distancia de la frontera.
Losurdo lo justifica con el testimonio de un célebre estratega contemporáneo, Liddel Hart: la fulminante penetración de la Wehrmacht en el territorio soviético se explica fácilmente con un poco de geografía:
La extensión del frente -1.800 millas- y la escasez de obstáculos naturales ofrecían al agresor  inmensas ventajas a la hora de infiltrarse y maniobrar. Pese a las colosales dimensiones del Ejército rojo, la relación entre sus fuerzas y el espacio era tan desfavorable que las unidades mecanizadas alemanas podían encontrar fácilmente ocasiones para realizar maniobras indirectas a espaldas de su adversario. Además, las ciudades ampliamente separadas, donde convergían carreteras y vías de ferrocarril, ofrecían al agresor la posibilidad de apuntar a objetivos alternativos, poniendo al enemigo en la difícil situación de adivinar la dirección real de la marcha, y afrontar un dilema después de otro”…
Stalin no cae en la trampa tendida por Hitler
Basil Liddel Hart
Gran estratega británico, en sus ideas
se inspiró precisamente la blitzkrieg, evaluó
que la estrategia elegida por Stalin para
enfrentar la invasión alemana
fue la correcta.
«La concentración de fuerzas de la Wehrmacht a lo largo de la frontera con la URSS, la violación del espacio aéreo soviético y otras numerosas provocaciones tenían una única finalidad: atraer al grueso del Ejército Rojo lo más cerca posible de la frontera. Hitler pretendía ganar la guerra en una única y gigantesca batalla». Incluso generales de entre los más valiosos se sintieron atraídos por la trampa, y previendo la irrupción del enemigo, instan a un masivo desplazamiento de tropas hacia la frontera: «Stalin rechazó categóricamente la petición, insistiendo en la necesidad de mantener reservas a gran escala a considerable distancia de la línea del frente». Más tarde, siendo consciente de los planes estratégicos de los ideadores de la Operación Barbarroja, el mariscal Georgy K. Zhukov reconocía el acierto de la línea seguida por Stalin: «El mando de Hitler contaba con un desplazamiento del grueso de nuestras tropas hacia la frontera, con la intención de rodearlo y destruirlo».

II – Nuestro comentario


El trabajo de Losurdo, sucintamente expresado, llega a demostrar:


En abril de 1938, Goebbels anota en su diario:
"Nuestra estación de radio clandestina,
que emite desde Prusia oriental hacia
Rusia, despierta un enorme alboroto.
Opera en nombre de Trotsky, y
pone en apuros a Stalin."
Citado por Losurdo, a propósito de
la quinta columna rusa en colusión
con alemanes y japoneses
(Ver: Los Procesos de Moscú-
El pacto de Hitler y Trotsky)
http://urrutial.blogspot.com.ar/p/
la-confesion-de-bujarin.html
1)      Los “gulags” no sólo no eran equiparables a los campos de concentración nazis, sino que se favorecían holgadamente en la comparación con la generalidad de las cárceles del conjunto capitalista, en cuanto al trato humano de los presos.
2)      El “gran terror” de 1937-1938 fue una medida defensiva que tenía a su frente una conspiración de envergadura con implicación extranjera, lo cual desmiente que se trató de un desborde autocrático en pos de acallar disidencias o pensamientos críticos.
3)      La idea de un modo de vida oscurecido por el pensamiento único de un autócrata, canalizado por una burocracia asfixiante, no responde a los hechos. La democracia cotidiana en la URSS rayaba en la anarquía. Existía un sistema de contrapoderes en los ámbitos del trabajo que debilitaban la disciplina por la autoridad. La dirección única en la empresa era una consigna, no una realidad, en pos de una mayor eficiencia económica. Las autoridades locales detentaban un poder real y daban su propia forma a las consignas emanadas por el poder central. Lo que sostenía el ritmo de trabajo era una voluntad emergente de la mística revolucionaria, no de formas autoritarias de dirección.
4)        Stalin no era un personaje tosco, teóricamente primitivo, un simple epígono de Lenin, según ha tomado de Trotsky la propaganda anticomunista. Losurdo distingue y da mayúsculo valor en Stalin a un pensador original que apreciaría mejor que el propio Lenin ese aspecto de la realidad que se engloba en el concepto de lo nacional, en línea a concebirlo como algo que trasciende a las clases y por lo tanto a la lucha de clases. La Revolución Rusa no hubiera sobrevivido si sus dirigentes, acicateados por Trotsky y Bujarin, se hubieran abandonado, entre otros infantilismos, a la idea de una disolución más o menos inmediata de las naciones. Sin perjuicio de los méritos especiales de Stalin en la cuestión, que Losurdo destaca, tal vez éste pase por alto alguna definición leninista: “las diferencias nacionales y estatales entre los pueblos y los países subsistirán incluso mucho tiempo después de la instauración universal de la dictadura del proletariado”. (Lenin, cit. por Stalin, Informe al XVI Congreso)
5)      El modelo soviético de integración de las nacionalidades lo ponía en las antípodas del nazismo en cuanto a la actitud ante las razas. Stalin no sólo no era antisemita, sino que había despertado un profundo afecto en un importante sector de los judíos fundadores del Estado de Israel. La deportación masiva de conjuntos nacionales no fue una exclusividad soviética, sino una práctica preventiva generalizada durante la segunda guerra mundial.
6)      No es cierto que Stalin hubiera psíquicamente colapsado ante la invasión alemana, como afirma el Informe Secreto de Jruschov. Tampoco es cierto que los éxitos germanos en la primera fase de la guerra, su penetración profunda en el territorio soviético, se debieran a errores de Stalin.  Por el contrario, la decisión fue esperar lejos de la frontera y esto resultó decisivo para ganar la guerra, determinación estratégica que se debe a Stalin, según ha reconocido el propio Shukov.La invasión alemana fue precedida de un complejo proceso de desinformación, distracción, espionaje y contraespionaje, dentro del cual la valoración del célebre mensaje de Sorge no resultaba obvia.
Sin embargo, el libro entra en un profundo cono de sombra cuando deja en pie un aspecto fundamental de la leyenda negra: la “colectivización forzada” que, junto a la aceleración del proceso de industrialización, según Losurdo serían el motivo de la “monstruosa” expansión del “universo concentracionario” (los “gulags”) en la década del 30.
Lo peculiar de este enfoque adverso de Losurdo es que no recurre, como es habitual, a la adulteración de los hechos. No dice que los campesinos, como conjunto, fueran obligados a colectivizarse. La colectivización implicaba destituir de sus propiedades a los campesinos ricos, los kulaks, que representaban entre un 4% y un 5% de la población agraria. A estos naturales resistentes, Losurdo suma campesinos integrantes de minorías nacionales, que también se oponían a la colectivización. Este último dato es dudoso: como campesinos pobres o medios no deberían haber sido expropiados ni obligados a colectivizarse, tal era la consigna y la filosofía del movimiento. De cualquier manera, aunque así hubiera sido, este conjunto, como parte de una minoría nacional, no podía constituir sino un porcentaje también bajo de población. Pero el forzamiento de la voluntad de esas minorías no podría alterar el hecho de que la colectivización haya obtenido la aceptación de la abrumadora mayoría de los campesinos pobres y medios. Losurdo, sin embargo, incurre en esa calificación incomprensible, “colectivización forzada” y, a partir de esa simple adjetivación, tuerce la interpretación histórica.
¿Con qué oculta Losurdo el vacío sustantivo de su rótulo, “colectivización forzada”? El recurso es el clásico de la leyenda negra: la expansión de la represión en la década del 30, puesta como consecuencia del Primer Plan Quinquenal, esto es, la colectivización y la industrialización acelerada. La idea sería que se trató de un disciplinamiento social extremo que tuvo su complemento necesario en el aumento de la represión.
En lo que se refiere a la industrialización, hay por lo menos dos parámetros que por sí mismos nos demuestran que esto no fue así:
1)      El Primer Plan Quinquenal significó el fin de la desocupación para los trabajadores de la URSS. Sabemos muy bien que el aumento de la ocupación disminuye los índices de delincuencia y la conflictividad social en general.
2)      Si bien el esfuerzo inversor del Plan aseguraba una preeminencia de la industria pesada, lo que implicaba un sacrificio del consumo de la población en términos relativos, la producción de bienes de consumo industriales aumentó un 70% entre 1929 y 1933. Como esos bienes de consumo no se destinaban a la exportación, queda claro que el nivel de vida se elevaba apreciablemente.
Estos dos derivados fundamentales de la industrialización no podrían generar la necesidad de reprimir a los trabajadores, sino todo lo contrario. La salida de la depresión económica 1998-2002 en Argentina, se manifestó en una baja de la desocupación y el gobierno pudo sostener, o al menos gestualizar, una política de no represión de la protesta social, y ello no obstó para que el movimiento piquetero desapareciera de la escena y la “paz social” se mantuviera a satisfacción de los sectores dominantes.
El propio Losurdo se explaya sobre la adhesión y protagonismo popular en que se apoyaba el Plan Quinquenal en lo que se refiere a la industria.
“Los años 1928-1931 fueron para la clase trabajadora un período de enorme movilidad hacia arriba. Los promotores de la competición socialista y los trabajadores de asalto no constituían solamente los cuadros considerados "no aptos", sino que ocupaban masivamente los puestos disponibles en los aparatos burocráticos y en los institutos educativos, todos en rápida expansión. No se veían promovidos pasivamente, sino que eran más bien protagonistas activos de la promoción (samovydvizhentsy). Tenían «un objetivo claro y definido para el presente y el futuro» e «intentaban adquirir la mayor cantidad de conocimientos y experiencia práctica, para ser lo más útiles posible a la nueva sociedad».
“El movimiento de asalto y la competición socialista cumplieron un papel crucial en el proceso de industrialización: ayudaron a la dirección política a acelerar el ritmo del proceso, a promover la modernización industrial, a reorganizar la troika de fábrica según el modelo de la dirección única, a seleccionar mediante promoción a los trabajadores jóvenes, ambiciosos, competentes y políticamente dignos de confianza. El surgimiento de estos trabajadores como salvia nueva tenía un efecto de arrastre sobre los líderes del partido, de la industria y del sindicato.
George Kennan
Intelectual clave de la Guerra Fría,
reconoció el entusiasta apoyo popular
a los planes quinquenales de Stalin
“Confirma y enriquece ulteriormente la situación aquí esbozada un testimonio bastante autorizado. En 1932, desde Riga, un joven diplomático estadounidense destinado después a hacerse famoso como teórico del containment antisoviético, George Kennan, envía un despacho a Washington que contiene un análisis bastante interesante. Antes de nada destaca que «en la Unión Soviética la vida continúa siendo administrada en el interés de una doctrina», esto es, del comunismo. Es una visión del mundo que cuenta con un amplio consenso; el «proletariado industrial» goza de un reconocimiento social tan elevado que según él compensa en gran medida las «desventajas materiales» conectadas a la programada aceleración del desarrollo económico. Sobre todo los jóvenes o «cierta parte de la juventud» se muestran «extremadamente entusiastas y felices, como sólo puede ocurrir en seres humanos completamente dedicados a tareas que no tienen ninguna relación con la vida personal», es decir personas completamente implicadas en el esperanzador proyecto de construcción de una nueva sociedad. En este sentido se puede hablar de «ilimitada confianza en sí mismos, salud mental y felicidad de la joven generación rusa»”.
En cuanto a la parte agraria del Plan Quinquenal, la colectivización del campo estaba asociada a la tecnificación, a la provisión masiva de tractores y maquinaria agrícola y -por el aumento de la productividad del trabajo-  al mejoramiento del nivel de vida de los campesinos, al punto de acceder al ocio y a la cultura por primera vez en la historia. Son esos poderosos estímulos positivos y no la coerción los que decidieron a los campesinos no sólo a aceptar la colectivización, sino a movilizarse por ella.
Un dato político corrobora que los campesinos acogieron masivamente la colectivización con entusiasmo: la Constitución de 1936 establecía el voto de representación igual, lo que otorgaba mayoría a los campesinos. Hasta ese momento, existía una suerte de voto calificado a favor de la clase obrera, ya que los distritos obreros obtenían proporcionalmente varias veces más diputados que los distritos campesinos.
¿Hubiera sido coherente que el gobierno otorgara la mayoría electoral a los campesinos nada menos que inmediatamente después de una colectivización forzada que los hubiera colocado en una actitud de rebeldía?

Consideraciones filosóficas de Losurdo
Doménico Losurdo
¿Cómo es que Losurdo, hasta cierto punto, se aplica a defender metódicamente a Stalin sin ser “stalinista”, ni siquiera marxista?
Ciertamente porque detecta la falta de autoridad moral en Occidente para enjuiciar a Stalin, pero además porque considera que la demonización de Stalin sustituye, desde el ángulo de la izquierda, la crítica de la construcción socialista y la revisión del propio marxismo.
“A partir del giro realizado en el XX Congreso del PCUS, en el museo de los horrores se colocó solamente a Stalin y sus colaboradores más estrechos. Sobre todo, ejerciendo su influencia bastante más allá del ámbito trotskista, el Informe Kruschov cumplía una función de consuelo en los ambientes de cierta izquierda marxista, que se sentía así exonerada de la penosa obligación de repensar la teoría del Maestro y la historia de los efectos desplegados por ella. Es cierto, en vez de extinguirse, en los países gobernados por comunistas el Estado se encontraba bastante sobredimensionado; lejos de disolverse, las identidades nacionales cumplían un papel cada vez más importante en los conflictos que llevarían al desmembramiento y entierro definitivo del campo socialista; no se vislumbraba signo alguno de superación del dinero o del mercado, que con el desarrollo económico acaso tendían a expandirse. Sí, todo era incontestable, pero la culpa era... ¡de Stalin y del "estalinismo"! Y por lo tanto no había razones para poner en discusión las esperanzas o certezas que habían acompañado a la revolución bolchevique y que remitían a Marx.”
Losurdo, mediante la invocación de antecedentes concretos, libera efectivamente de una multitud de calumnias a Stalin, pero parece hacerlo para sentar en el banquillo a Marx.
Se equivoca: los argumentos que usa para cuestionar el marxismo no son “incontestables”.
1)      “Es cierto, en vez de extinguirse, en los países gobernados por comunistas el Estado se encontraba bastante sobredimensionado”A esto contesta Stalin que la extinción de las clases no es el resultado de la extinción de la lucha de clases, sino de su desarrollo y que esto implica el desarrollo del Estado.
¿Por qué la expansión del Estado antes de su desaparición no podría ser una evolución lógica del fenómeno? Las monarquías absolutas fueron una especie de expansión desmesurada del poder feudal. Pero precisamente esa hipertrofia constituyó la preparación de la Revolución burguesa, ya que consolidaban la nación como unidad política. El “sobredimensionamiento” del poder feudal fue la antesala de su desaparición.
2)      lejos de disolverse, las identidades nacionales cumplían un papel cada vez más importante en los conflictos que llevarían al desmembramiento y entierro definitivo del campo socialista”También a esto responde Stalin: antes de su disolución, nos aguarda todavía un período histórico de florecimiento pleno de las culturas nacionales, liberadas de la opresión imperialista. Desde ya que esto no debe confundirse con el nacionalismo, que es una manipulación del sentimiento nacional con fines de opresión y que opera en la desintegración de los países socialistas
3)      no se vislumbraba signo alguno de superación del dinero o del mercado, que con el desarrollo económico acaso tendían a expandirse.” Sí, efectivamente, si el comunismo sólo puede alcanzarse  con un formidable desarrollo previo de las fuerzas productivas, es lógico que previamente también se dé una expansión económica con formas mercantiles.
Como se ve, Losurdo hace suyos cuestionamientos que provienen del izquierdismo. Identifica al marxismo y a la ideología dominante de la Revolución con sus desviaciones izquierdistas y como los resultados no complacen esas expectativas izquierdistas, arbitra el fracaso del marxismo consigo mismo.
Eclécticamente, considera que el desvío soviético de un estado de normalidad democrática se debió, por un lado, al constante estado de excepción a que el país era sometido por vía del asedio del cerco capitalista pero, por otro, a cierta tendencia a un utopismo ínsito, según él, en el propio marxismo, que habrían llevado a una u otra variante de extremismo antidemocrático, al que Stalin aparecería combatiendo aunque insuficientemente.
Se trata, en sus palabras, de un “universalismo abstracto”, el impulso a la realización inmediata de principios generales que ignora los particularismos que se le oponen. Así, la consigna de la igualdad se transforma en igualitarismo cuando soslaya las diferencias entre los individuos y, de este modo, el contenido liberador de la igualdad se convierte en su contrario al suprimir de hecho la individualidad; similarmente, la exaltación del interés colectivo no se sostiene si no atiende a los intereses de los individuos; la universalización a ultranza de la libertad lleva al no reconocimiento de la necesidad y su expresión social, el deber impuesto por algún género de autoridad. Este ultraísmo, sin embargo, adquiere una pasajera vigencia con las revoluciones más radicales porque es útil a la disolución del viejo orden. Sucedió no sólo en la Revolución Rusa, también en la gran revolución de Francia. Dice Losurdo:
“Siguiendo la estela de la lucha contra las desigualdades, los privilegios, las discriminaciones, las injusticias, la opresión del antiguo régimen y contra los particularismos, el exclusivismo, la mezquindad y el egoísmo reprochados a la vieja clase dominante, las revoluciones más radicales se ven llevadas a expresar una visión fuerte, exaltadora y grandilocuente de los principios de igualdad y universalidad. Es una visión que, por un lado, con el impulso y entusiasmo que conlleva, facilita el derrocamiento de las viejas relaciones sociales y de las viejas instituciones políticas; por otro lado, hace más compleja y problemática la construcción del nuevo orden.”
Este señalamiento de Losurdo, falso en cuanto a la línea dominante de la Revolución, puede ser una descripción del izquierdismo que Lenin retrataba con lo que llamaba “frase” revolucionaria, esto es, la pretendida aplicación de grandes consignas genéricas, en violación de un precepto metodológico central: observar el carácter concreto de la verdad.
Por eso Losurdo encuentra rápidamente, en el trotskismo y sus aliados, clamorosos ejemplos de este tipo de irrealidad:
“Nos viene aquí a la memoria la definición que la Oposición obrera (trotskismo y aliados) da de la burocracia en la Rusia soviética: «algún otro decide vuestro destino»…”  Pero, la lógica consecución de esta pretensión anarcoide, que niega todo género de autoridad, implica que “… a la liquidación del antiguo régimen no le sigue la construcción de un orden nuevo y concreto: «La libertad universal, por lo tanto, no puede producir ninguna obra y ninguna acción positiva, y le queda solamente la actividad negativa. La libertad universal es solamente la furia de la disolución».”

La preferencia de Losurdo

En general, la crítica actual de la construcción soviética no acusa el rastro de las ventajas de la perspectiva histórica. No hay ideas nuevas. Para criticar a Stalin se toman las ideas de los opositores a Stalin, ideas de su propia época. En el caso de Losurdo, que es crítico del trotskismo, su punto de apoyo es Bujarin.
“Se ha producido un cambio significativo en Bujarin: si en ocasión del tratado de Brest-Litovsk había dado pruebas de universalismo abstracto respecto a la cuestión nacional, sin embargo ahora, en relación con la NEP y la cuestión agraria, para Bujarin el proceso de construcción de la universalidad está llamado a avanzar también a través de la oportuna utilización de intereses particulares.  Estamos en presencia de un proceso de aprendizaje y de una reflexión auto crítica de extraordinario interés, que nos ayudan a comprender lo que en nuestros días ha ocurrido en países como China y Vietnam.
“Así prosigue Bujarin:
“¿Lo que determinó la derrota de Bujarin, fue solamente la necesidad de acelerar al máximo la industrialización del país en previsión de la guerra, o bien contribuyó también la hostilidad irreductible hacia toda forma de propiedad privada y economía mercantil? …Se puede ya desde ahora fijar un punto de referencia: el universo concentracionario alcanza su cénit tras la colectivización forzada de la agricultura y el puño de hierro contra las tendencias burguesas y pequeñoburguesas entre los campesinos, miembros por lo demás de los «pueblos sin historia», por usar el desafortunado lenguaje que Luxemburg retoma de Engels. Más allá de los errores o brutalidad de este u otro dirigente político, no hay dudas sobre el funesto papel desarrollado por un universalismo incapaz de subsumir y respetar lo particular.”
El enredo conceptual en que cae Losurdo en las líneas precedentes es digno de ese “universalismo abstracto” que no para de denunciar.
Seguramente Losurdo celebra la abolición de la esclavitud como una genuina adquisición en el camino a la reconciliación de los hombres con su universal condición humana. La abolición de la esclavitud, coincidirá Losurdo, es un acto de universalismo concreto, no de universalismo abstracto, puesto que la esclavitud, al cosificar a los esclavos como objetos propiedad de un amo, niega la subjetividad de éstos, rompe con la universalidad de la condición humana.
Pues bien, la abolición de la esclavitud, esa concreta universalidad conquistada ¿“subsumió” y “respetó” los “intereses particulares” de los esclavistas? No por cierto. Si lo hubiera hecho, la abolición de la esclavitud, que consistió precisamente en la negación de “los intereses particulares” de los esclavistas como tales esclavistas, nunca se hubiera consumado.
¿Considera acaso Losurdo que la abolición de la esclavitud es una prueba del “funesto papel desarrollado por un universalismo incapaz de subsumir y respetar lo particular”? ¿Fue funesta la abolición de la esclavitud?
Joseph Davies, embajador de EEUU en la URSS
informaba en 1938 al Departamento de Estado que
la producción soviética de maquinaria agrícola
ya era la primera del mundo, superando incluso
a la norteamericana.
¿Por qué entonces la Revolución de Octubre debería “subsumir y respetar los intereses particulares de los kulaks”, si éstos se constituían en una barrera contra el Plan, no sólo la más real y universal de las liberaciones pensables, sino el único medio de salvar a la nación del holocausto? “Marchábamos 50 o 100 años detrás de los países  más adelantados. En diez años tenemos que ganar este terreno. O lo hacemos o nos aplastan”, dice Stalin en su  discurso a los industriales del 4 de febrero de 1931 y, efectivamente, en junio de 1941, Alemania invadía la URSS.
¿Era Stalin quien se había extraviado entonces en un mundo de entelequias? ¿O Losurdo ahora, que olvida nada menos que el interés del conjunto social no es una abstracción, sino algo que verdaderamente existe?
Pero, para probar que el bolchevismo se deslizaba hacia “el universalismo abstracto”, Losurdo señala la expansión del “universo concentracionario” ¿Qué sería esto, en términos de las extrapolaciones de Losurdo: que el Primer Plan Quinquenal obviaba y pasaba por encima de los intereses particulares de los individuos que conformaban la generalidad de la población, de modo que ésta fue la causa de un aumento indudable de la actividad represiva?
En tren de la misma idea, Losurdo cita a Bujarin, los comunistas se ven obligados por la experiencia a tener en cuenta la «enorme importancia del incentivo privado individual».
Todo esto es ocioso. ¿No se tenía en cuenta la importancia del incentivo privado cuando Lenin establece el trabajo a destajo, norma que los planes quinquenales conservaron y donde los obreros stajanovistas estaban altamente remunerados y disfrutaban de beneficios adicionales al salario? ¿O cree Losurdo que el único “interés privado individual” que existe y puede servir de estímulo al trabajo es el de los burgueses y que suprimidos los burgueses ya no existen tales estímulos en la sociedad?
La norma socialista “a cada cual según su trabajo” no es más que la generalización de la forma en que la clase obrera es remunerada en el capitalismo. Precisamente porque la clase obrera ya fue educada por el capitalismo en esa modalidad retributiva es que la manera socialista de distribuir el producto del trabajo no sea utópica, una lucubración sin bases en las tendencias objetivas del devenir histórico: toda clase social, en la medida en que pretende ser hegemónica, tiende a concebir el conjunto social según su particular modo de existir; por eso el poder obrero conduce al socialismo que, por suprimir la explotación, sí suprime el interés privado de los explotadores pero, por la misma razón, no sólo no suprime el interés privado de los trabajadores, sino que procura ampliarlo al nivel de los hombres culturalmente desarrollados.
La colectivización fue ciertamente en directo perjuicio de los campesinos ricos, los kulaks; es más, la colectivización llevaba la consigna de la “eliminación de los kulaks como clase”, pero éstos sumaban apenas entre un 4% y 5% de los campesinos. Entonces, extrapolar la situación de los kulaks y hablar de colectivización forzada es confundir las cosas.
Ya desde Lenin, la colectivización forzada fue expresamente descartada por los bolcheviques. “Debemos, ante todo, tomar como base la verdad de que aquí no es posible de modo alguno, por la misma naturaleza del asunto, admitir los métodos de la violencia. Aquí el problema económico se plantea de un modo completamente distinto. “Aquí no se trata de esa cúspide que es posible derribar dejando en pie todos los cimientos, todo el edificio. Aquí no existe esa cúspide que eran los capitalistas de la ciudad. Aquí el actuar por medio de la violencia significa echarlo todo a perder…No hay nada más necio que la misma idea de la violencia en lo que se refiere a las relaciones económicas del campesino medio” (Lenin, Sobre el trabajo en el campo, citado por Stalin en la Respuesta a los camaradas koljosianos)
Se trataba de una cuestión de principios, estratégica, no de coyuntura. Así se manifiesta permanentemente Stalin no sólo en los congresos y en el ámbito de discusión partidario, sino de modo público, dirigiéndose a la masa de la población. En un artículo que tuvo gran impacto en todo el ámbito de la URSS, denunciaba:
“Es evidente que el principio de atención a la diversidad de condiciones existentes en las diferentes regiones de la URSS, a la par con el principio del carácter voluntario, constituye una de las premisas más importantes para un movimiento koljosiano sólido.
¿Y qué ocurre a veces en la práctica? ¿Puede decirse que el principio de la voluntariedad y de la atención a las particularidades locales no se infrinja, en una serie de regiones? No, no puede decirse eso, por desgracia…se tiende con frecuencia a suplantar la labor preparatoria de organización de los koljoses por decretos burocráticos, imponiendo la colectivización, por acuerdos sobre el papel acerca del desarrollo de los koljoses, por la organización de koljoses sobre el papel, koljoses que no existen aún en la realidad, pero acerca de cuya “existencia” hay puñados de jactanciosas resoluciones…Es sabido que en una serie de distritos del Turquestán, se han hecho ya intentos para “alcanzar y sobrepasar” a las regiones adelantadas de la URSS, amenazando con emplear la fuerza militar y con privar de agua para el riego y de artículos industriales a aquellos campesinos que no quieren todavía entrar en los koljoses.
¿Qué puede haber de común entre esta “política” propia del sargento Prisbibéiev y la política del Partido, que se basa en el carácter voluntario del movimiento koljosiano y en la atención a las particularidades locales, para la organización de los koljoses? Es evidente que entre ellas no hay nada ni puede haber nada de común.
¿A quién pueden favorecer esas deformaciones, esas imposiciones burocráticas por decreto del movimiento koljosiano, esas amenazas indignas contra los campesinos? A nadie más que a nuestros enemigos.
¿A qué pueden conducir esas deformaciones? A fortalecer a nuestros enemigos y a desacreditar la idea del movimiento koljosiano.
¿No es evidente que los autores de esas deformaciones, que se creen unos “izquierdistas”, lo que hacen en realidad es llevar agua a los molinos del oportunismo derechista?” (Stalin, “Los éxitos se nos suben a la cabeza”,  Pravda, 2/3/1930)
Como se apreciará, muy lejos de un temible “universalismo abstracto”, Stalin protestaba por la observancia del “principio de la voluntariedad y de la atención a las particularidades locales”.
Pero podemos recurrir al propio Losurdo para verificar que en el conjunto de las grandes mayorías populares, los intereses individuales no sólo estaban contemplados, sino en franca expansión cuantitativa y cualitativa.
“No solamente el aumento del nivel de vida motiva tal «entusiasmo» (popular). Hay mucho más: el «desarrollo real» de las naciones hasta aquel momento marginadas; la conquista por parte de las mujeres de la «igualdad jurídica con los hombres, acompañada por una mejoría de su estatus social»; el surgimiento de «un sólido sistema de protección social» que incluye «pensiones, asistencia médica, protección de las mujeres embarazadas, pensiones familiares»; «el considerable desarrollo de la educación y de la esfera intelectual en su conjunto», con la extensión «de la red de bibliotecas y salas de lectura» y la difusión «del gusto por las artes, la poesía»; es la llegada tumultuosa y exultante de la modernidad (urbanización, familia nuclear, movilidad social) Lewin (2003), pp. 389-97. Se trata de procesos que caracterizan la historia de la Rusia soviética en su conjunto, pero que comienzan a despegar precisamente en los años de Stalin. Las masas de población tradicionalmente condenadas al analfabetismo irrumpen masivamente en las escuelas y en las universidades; se forma así «toda una nueva generación de obreros especializados, técnicos y administradores técnicamente preparados», llamados rápidamente a desarrollar una función dirigente. «Se inauguran nuevas ciudades, y viejas ciudades son reconstruidas»; el surgimiento de nuevos y gigantescos complejos industriales acompañado del «ascenso a los niveles superiores de la escala social de ciudadanos hábiles y ambiciosos de origen obrero o campesino». A este respecto se ha hablado de «una mezcla de coerciones brutales, heroísmo memorable, locura desastrosa y resultados espectaculares», pero quizás no son tampoco estos resultados y las consiguientes mejoras económicas los que constituyen el aspecto principal a identificar en la transformación radical que sufre el lugar de trabajo y producción en el paso del antiguo al nuevo régimen. [En la Rusia zarista] los empleados pedían al dueño un tratamiento más respetuoso, insistiendo en el uso del "usted" en vez de "tú", en el que ellos veían un residuo del antiguo sistema de la servidumbre de la gleba. Querían ser tratados "como ciudadanos". Y a menudo era precisamente la cuestión del respeto a la dignidad humana, más que las reivindicaciones salariales, lo que alimentaba las agitaciones y manifestaciones obreras. Después de haberlo buscado y deseado durante tanto tiempo en vano, los siervos consiguen el reconocimiento (en el sentido hegeliano del término) con la llegada del poder soviético. Y ello no vale solamente para los trabajadores, sino también, como veremos, para las minorías nacionales. Es este entrelazamiento de «resultados espectaculares» en el plano del desarrollo económico por un lado, y de derrumbe de las jerarquías del antiguo régimen (confirmado por una posibilidad de movilidad y de ascenso social sin precedentes) por el otro, lo que estimula en la población una sensación exultante: al reconocimiento ya alcanzado en cuanto trabajadores va a añadírsele el reconocimiento en cuanto pueblo soviético unido, que ya está a punto de alcanzar a los países más avanzados, desembarazándose de la tradición y la imagen de atraso. Esto explica la sensación eufórica de estar participando en la construcción de una nueva sociedad y una nueva civilización, que avanzan pese a los errores, sacrificios y terror.”
¿Qué gobierno tendría necesidad de reprimir a una población “exultante”, presa de tamaña “sensación eufórica”? Está claro que esa represión iba dirigida no contra el pueblo, sino contra el resentimiento de los sectores del privilegio abolido.
¿Por qué fue necesaria la represión, siendo que se trataba de una minoría? ¿Cómo esa minoría, sin perspectiva de ganar consensos mayoritarios, podía tornarse peligrosa? Porque tratándose de los restos de las clases dominantes, conservaban algo muy importante de su antigua superioridad: la cultura del poder y, con ello, la capacidad de infiltrarse y organizarse en los estamentos dirigentes de la nueva sociedad, incluido el partido bolchevique. Esto y el agregado de la alianza con poderes imperialistas exteriores configuraron las bases del explosivo fenómeno de la quinta columna, que Losurdo también registra y documenta. No reprimir esto hubiera significado la derrota segura de la URSS y la restauración del antiguo régimen.
En general, podemos afirmar que toda la violencia política acaecida en la historia soviética tiene origen no en el socialismo, sino en la injerencia imperialista. En cuanto a los daños provocados, no por el marxismo ni por la línea dominante de la Revolución, sino por la inevitable y renovada existencia de sus interpretaciones desviadas, se han dado en el cuadro de violencia creado por el cerco capitalista y sus amenazas. Por sí mismo, este “universalismo abstracto” del que habla Losurdo, en realidad episódico, marginal o en última instancia marginalizado, hubiera resultado impotente para generar ningún cuadro de violencia.





1 comentario:

  1. Me resulta muy novedosa esta perspectiva sobre Stalin. Es impresionante la diferencia con la opinión que la mayoría tenemos internalizada.
    Gracias!

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