24
de marzo
Día
Nacional de la Memoria,
la Verdad y la Justicia
la Verdad y la Justicia
El aniversario del
golpe militar del 24 de marzo de 1976 convocará a la ciudadanía a una masiva
marcha.
Su significación, como
ocurre año tras año, trascenderá largamente la conmemoración de uno de los
episodios más trágicos de la historia nacional. Se proyectará una vez más sobre
el presente político y social y representará ahora un mensaje de resistencia a
las decisiones del gobierno, que actúa en descarada unidad con las distintas
ramificaciones del capital concentrado, agrediendo de manera sistemática los
más vitales intereses y derechos populares. Se trata de 200 monopolios
capitalistas, en su mayor parte extranjeros y de la burguesía terrateniente que
se han apoderado de las dos terceras partes de nuestra industria, las tierras
en explotación, el comercio, las finanzas, los servicios, el transporte y otras
actividades. Es una ínfima minoría que explota y acumula beneficios con el
trabajo no pagado de 20 millones de argentinos.
Martínez de Hoz, Ministro de Economía y Presidente del Consejo Empresario Argentino, junto a Videla, primer presidente de la Dictadura militar de 1976 |
Estos sectores, que
tienen nombre y apellido, actuaron a través de aquella dictadura de 1976 empleando
los métodos más bestiales y, a la vez, de la más refinada crueldad que la
imaginación humana pueda concebir. Lo hicieron en el marco de un quebranto
violento de las instituciones mediante el empleo de las fuerzas armadas, para
impedir toda forma de organización popular que pudiera convertir en posibilidad
real una democracia renovada de genuina representación de las mayorías.
Hoy son otros sus
métodos para usurpar el poder republicano. No recurren ahora a la eliminación
llana de las instituciones emanadas del
voto, al estrépito de una acción militar manchada ya por el descrédito abismal
del antecedente genocida.
Agotada la carta
militar, multiplicaron su acción sibilina dentro mismo del medio democrático. Su
arma no es nueva, pero se ha perfeccionado y potenciado, al ritmo de una
acelerada concentración económica: el empleo del poder económico, fortalecido
como nunca antes, es su herramienta de acción política directa.
La monopolización de la
actividad económica ha llevado a la monopolización mediática. De este modo,
está bajo el mando directo y a sueldo del capital concentrado toda la
información y la cultura de masas. La revolución tecnológica operada en el
campo de la informática y las telecomunicaciones ha potenciado la capacidad del
mensaje mediático de atraer la atención de la población, sesgar su información
y manipular su opinión.
Desde este poder
mediático, el capital concentrado ha subordinado y fragmentado los partidos
políticos mayoritarios, agudizando su propia crisis ideológica y de
representatividad.
La política está
protagonizada por políticos mediáticos. Los políticos con acceso a los medios
dominan la escena dentro de los partidos, porque son ellos los que tienen
llegada al gran público y por lo tanto son los “dueños de los votos” de que
dispone el partido, cuya organización interna pierde así toda fuerza
definitoria programática y en la elección de sus dirigentes. Este simple
mecanismo ha sido ya fuerza suficiente para que partidos tradicionales de masas
como el peronismo y el radicalismo dejaran de existir como unidad orgánica. La
política se convirtió en un reflejo de los medios, en lugar de ser los medios
un reflejo de la política.
El gran capital, dueño
de los medios, pasa de este modo a dirigir la política de un modo más o menos estrecho.
Ejerce su poder antidemocrático, a través de la propia democracia.
El gran capital ha
llegado al control del movimiento obrero con recursos complementarios:
1)
Apoyándose en las organizaciones
burocráticas que dominan su tradición desde 1944;
2)
Con la represión y aniquilación de su
sector democrático por parte de la última dictadura militar;
3)
Aprovechando su debilitamiento social a
través de la política de destrucción de la industria inaugurada en 1976 y
continuada especialmente por el menemismo y ahora por el macrismo.
4)
Con la acción mediática, activísima
inyectora del consumismo, una ideología que promueve un individualismo
inconsciente, una adormecida adhesión apolítica a la llamada sociedad de
mercado y que ha costado a la clase trabajadora un retroceso sustantivo a nivel
mundial.
El golpe de estado de
1976 colocó a José Alfredo Martínez de Hoz como Ministro de Economía. Sus
primeras medidas contra la clase trabajadora fueron draconianas: al amparo del
terror de estado, liberó los precios, congeló los salarios y suspendió el
derecho de huelga. El salario perdió cerca de la mitad de su poder de compra. La
apertura importadora con dólar bajo subsidiado por el endeudamiento externo y
las altas tasas de interés, promovieron una importante destrucción de la
industria. Esto a su vez provocó un aumento de la desocupación estructural,
volviendo irreversible el nivel bajo de los salarios. Los trabajadores
sufrieron una derrota histórica: nunca más recuperaron los niveles salariales y
de ocupación previos al golpe.
Las consecuencias
sociales de este golpe a los trabajadores fueron todavía más vastas. La
desocupación estructural dio lugar a una marginalidad social de dimensiones inéditas,
siendo esta la verdadera causa del auge del delito, la pérdida del hábito y la
capacitación en el trabajo y la alteración de las costumbres pacíficas de la
convivencia social.
Esta degradación de la
sociabilidad es reflejo de la corrupción de las capas dominantes, puesto que
han retaceado en forma creciente la inversión productiva, negándole trabajo a
la población y dedicando parte sustantiva de sus inversiones a la especulación,
la rapiña sobre el patrimonio y las finanzas públicas y el negocio ilegal.
Martínez de Hoz no fue
ubicado por azar como ministro de la dictadura. De familia patricia, miembro
nato de la oligarquía terrateniente, era presidente del Consejo Empresario
Argentino (hoy Asociación Empresaria Argentina), nucleamiento de los Grupos
Económicos, que controlan a su vez los principales monopolios privados del país,
entre ellos los norteamericanos. Esto permite afirmar que la autoría
intelectual y los móviles políticos y económicos del golpe de estado reconocen
una base orgánica en esta entidad empresaria, que tampoco existe aisladamente,
sino como una especie de filial del Consejo para las Américas, fundado por
Rockefeller, conglomerado de las transnacionales norteamericanas que operan en
América Latina.
Las políticas del
gobierno de Macri, moldeadas con el cuño de la dictadura y del menemismo, gozan
naturalmente del más entusiasta apoyo de su
fuente inspiradora, la Asociación Empresaria Argentina, la misma que
encaramó a Martínez de Hoz y que tiene, obviamente, como uno de sus socios, al
grupo Macri.
La nefasta continuidad
de este poder actuando entre bambalinas, tanto detrás de la dictadura como de
la democracia, está en la raíz de la permanencia y el agravamiento de las
condiciones de desintegración social creadas por la dictadura. Su presencia no
es el fruto de la habilidad diabólica de un reducido grupo de seres
excepcionales. Su extraordinaria capacidad de influencia deriva de la
concentración del capital en pocas manos, de la monopolización de la economía,
y de la posesión de los elementos claves del funcionamiento económico del país puestos
bajo el arbitrio de sus dueños privados.
La cúpula económica se exhibe
cada vez más claramente como una barrera que obstruye la posibilidad de realizar
las aspiraciones populares, que no son otras que transformar la sociedad hacia
un orden que incluya a todos sus habitantes bajo la efectiva garantía de
acceder en igualdad a los bienes que instituye la Declaración Universal de los
Derechos Humanos proclamada por las Naciones Unidas en 1948.
Por eso, el pueblo acierta
cuando intuye que la marcha por la memoria del golpe de 1976, va también contra
el actual gobierno.
Grupo
Interdisciplinario
de apoyo
a la CTA
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