¿De tristeza o
alegría?
Grupo interdisciplinario
de apoyo a
la CTA
Director: Jaime
Fuchs
“Para aliviarnos de nuestra
pobreza bastaría con las sobras de nuestros tiranos. Si quisieran cedernos lo
superfluo mientras es tiempo, podríamos aun agradecérselo y atribuirlo a la
humanidad. Pero incluso lo que les sobra les parece demasiado para nosotros. La
escasez que nos aflige, la realidad de nuestra miseria no hace más que
lisonjearlos, mostrándole todo el precio de su opulencia.”
William Shakespeare (Coriolano, Acto I)
Índice de pobreza:
¿Nacional?
El INDEC divulgó
su índice de pobreza, 32,2%, para el 2º Trimestre de 2016.Transparencia estadística
dice el gobierno, en realidad tergiversación desde el título.
En efecto,
la medición anunciada no es de todo el país, como se pretende hacer pasar, sino
que comprende 27,2 millones de personas de 31 aglomerados urbanos. Quedaron
fuera de la encuesta nada menos que 16,4 millones de personas, justamente de la
geografía económica de mayor pobreza y desocupación: las zonas rurales y aglomerados
urbanos más pequeños. Por este sólo concepto, un índice verdaderamente nacional
debería arrojar un número de pobres e indigentes sensiblemente mayor al
anunciado.
¿Qué es ser pobre?
La
principal opacidad de la medición de la pobreza radica, sin embargo,en su
propia definición: ¿de dónde sale la cifra límite de $12.500?
¿Puede
decirse que no es pobre un ciudadano del Siglo XXI, con ingresos familiares de
$15.000 o $20.000? ¿Bastan esas sumas para que una familia alcance el bienestar
material y la cultura necesarios a su integración en esa economía del
conocimiento a la cual se evoluciona? ¿Cuánta es la pobreza estructural de una
juventud que masivamente se halla fuera de una educación de verdadera calidad?
Desde ya, el interrogante cuestiona no sólo a este gobierno, sino a un
capitalismo que, en una fase ya depredatoria, no paga siquiera el valor de la
fuerza de trabajo, atacando las bases mismas de la continuidad civilizatoria.
La fiesta del gran
capital
Lo dejado
por el gobierno anterior es la fórmula con que endosa responsabilidades el
actual, en sus 9 meses de gestión, para empeorar deliberadamente, con la acción
directa de un conocido conjunto de medidas económicas, la totalidad de las variables
sociales que interesan a las mayorías populares: salarios, ocupación, inequidad
tributaria, subsidios estatales, actividad económica, etc.
La máscara de
gesto mustio, el “sinceramiento”, es apenas una variante lingüística de la
eterna admonición que el gran capital usa para concentrar ingresos y riqueza de
la sociedad: “no se puede repartir lo que no existe”.
Pero no es
tristeza sino euforia lo que se respira en los recoletos ambientes del poder
económico. No hay “pesada herencia” para los accionistas de las grandes
empresas.
El mismo
día en que los titulares anunciaban al pueblo lo que el pueblo ya sabe -que
está cada vez más pobre- sigilosamente los medios informaban que el índice
bursátil tocaba su nivel récord. No es menor la escalada de enriquecimiento de
la crema del capital, caiga quien caiga en este 2016 de ingresos populares en
picada. Vayan algunos ejemplos de cuánto aumentaron las acciones cotizantes en
Bolsa:
-
Banco Hipotecario 39%
-
Banco Macro 48,8%
-
Banco Patagonia 63,22%
-
Caputo 49,18%
-
Celulosa 141%
-
Grupo Clarín 40,77%
-
IRSA (Soros) 71,22%
-
Ledesma 56,63%
-
Mirgor 164,59%
El gran
negocio marcha más que bien, porque estos porcentajes de valorización superan
largamente el acumulado inflacionario del año 2016, del orden del 31% según
distintas mediciones.
La fiesta
explica el tolerante silencio mediático que ha rodeado la denuncia de Gabriela
Cerrutti sobre el frenético ritmo de negocios a costa del pueblo desarrollado
por el círculo íntimo de Mauricio Macri, descripto documentadamente y sin generar
ninguna desmentida.Se refiere la diputada a la compra de acciones de empresas
energéticas, cuyas rentabilidades prometen volar al obvio ritmo de los
tarifazos: “El empecinamiento del presidente Mauricio Macri en no dar marcha
atrás con el descomunal aumento de tarifas,
pese a las protestas sociales y los reveses judiciales, tiene motivos concretos y explícitos
en las comunicaciones que publica la Comisión Nacional de Valores. Sus amigos y
socios se lanzaron desde enero a la compra de todas las empresas del sector
energético, invirtieron apostando al alza de las acciones. Tienen ahora que
pagar lo prometido aumentando el precio mayorista y trasladando las subas
a los usuarios.”
Las acciones energéticas suben a tono con la algarabía bursátil:
-
ENDESA
109,9%
-
Central
Puerto 101,6%
-
Pampa
Energía 62,93%
Certificando también que no hay postergaciones
para las ambiciones del capital imperialista, la regresada auditoría del FMI
colmó de elogios al gobierno de Macri. No son simples palabras: las acciones
“argentinas” en Wall Street tienen una exultante presencia. Véanse las rutilantes
subas ¡En dólares!
-
Macro 31%
-
Cresud 35,27%
-
IRSA 54,8%
-
Pampa Energía 46,86%
Algo de esto ya pasaba antes
Sí. Coincidimos en que “con Cristina
estábamos mejor”, o con que “peor es Macri” qué duda cabe. Pero las iniquidades
sociales, en tendencia creciente, así como los altibajos más o menos
pronunciados de la producción y el nivel de vida, no son tanto resultados
felices o infelices de las gestiones gubernamentales, como productos sistémicos
del capitalismo que, sin excepción, desde el advenimiento del maquinismo, alterna
la prosperidad y la crisis en todo tiempo y lugar.
El actual
gobierno aceleró visiblemente el empobrecimiento mayoritario de la población,
pero la pobreza venía creciendo con el gobierno anterior, situándose en 2015 a
los niveles del 2010, según registra el Observatorio Social de la UCA.
El gobierno
actual agrava la inequidad. ¿Pero es que la inequidad no es estructural en el
capitalismo? ¿Pudo derogarla históricamente algún “modelo de producción,
inclusión y distribución”?
En el 2013,
según datos del INDEC de las primeras 500 grandes empresas, mientras el valor
creado por el trabajador medio ascendía a $61.000, su salario rondaba apenas los
$8.800. Así como se lee: el valor creado por el trabajador era casi 7 veces su
salario. Medido esto en tiempo de trabajo, significaba que el trabajador
entregaba diariamente sus 8 horas de trabajo, percibiendo
un salario equivalente al valor que había creado en sólo 1 hora y 9 minutos.
Si
adicionamos al salario el aguinaldo, vacaciones, cargas sociales y previsión
por despido del llamado costo laboral, el trabajador recibía de la empresa $13.816,
igual a 1 hora y 49 minutos de su propio esfuerzo diario.
¿Y las 6
horas y 11 minutos restantes?... Sí, las trabajó gratis, son datos oficiales,
datos que nunca cargarán tintas sobre la realidad social. Las fuentes del
INDEC, además, atenúan la iniquidad social, porque surgen de los balances
presentados por las empresas, que disminuyen los beneficios patronales para
evadir impuestos.
¿Trabaja
gratis la gente? Ninguna novedad para la teoría de la plusvalía, sólo que Marx
nunca pudo ver que las cosas llegaran a estos extremos. Y ninguna novedad
tampoco para Cristina Kirchner, que acaba de expresar en Ecuador que “Después de
Adam Smith y Carlos Marx ya todo ha sido dicho”.
¿Qué
quedaría del discurso de derecha frente a la revelación de esta realidad
fundante?
Si la gran
masa del trabajo proletario es gratuita y eso debe aceptarse ¿en qué se
fundaría la indignación de quienes claman contra las gratuidades estatales y
los subsidios que prolongan la supervivencia de los pobres? ¿Cómo justificar
eso de “sincerar” todo lo que el trabajador paga, pero no lo que el trabajador
cobra? … ¿Acaso no sería el fin inmediato de Mauricio Macri, el FMI y todo el
capitalismo el “sinceramiento” del valor del trabajo?
Pues bien,
descartemos el pensamiento implacable del ultraísmo liberal y examinemos el
espíritu de un pensamiento social más progresista, sensible a valores “solidarios”.
¿Podríamos
pensar en términos de la “función social de la propiedad”? ¿Los trabajadores que
trabajan gratis más de 6 horas diarias para sus empresarios, pueden esperar que
esa dádiva vuelva transformada en inversiones, proporcionando más trabajo y
progreso?
La
estadística demuestra que es una esperanza vana.
La población
más rica, el 0,5% de los habitantes, detenta más del 50% de la renta social. Se
concentra allí, privadamente, la mayor capacidad de ahorro e inversión de toda
la sociedad. ¿Y cómo administra esa elite ese esfuerzo social que el
capitalismo acumula en sus manos? Lo destina fundamentalmente al despilfarro
consumístico y a la especulación. La
inversión de todos los sectores del capital, en 2014, rondó un magro 17%,
mientras que una minoría patronal de sólo un 4% de la población, acaparaba en
el año 2005 un 63% del consumo total de toda la sociedad.
Como puede
verse, el lujo excéntrico de una ultraminoría banal e inculta es el triste
altar en el que deben ofrecer sus sacrificios las mayorías de un sistema social
sin destino.
¿Es posible
que el movimiento popular llegue a buen puerto sin una mirada de estos
problemas, que son estructurales?
¿Es posible
que el movimiento popular no recaiga en la derrota si no es capaz de apartar la
vista de la coyuntura e independizarse espiritualmente de clases dominantes
absolutamente decadentes, impotentes de ninguna concepción del porvenir?