Apogeo y caída
La escuela
activa de
Olga Cossettini
Por Hebe Beatriz Bussolari
¡Era
tan distinta esa escuela!
Para
estudiar matemáticas por ejemplo, no necesitaban estar en el aula, ni usar el
pizarrón: utilizaban su caminata hasta
el río. ¿Cuántos metros? ¿Cuántos hicimos? ¿Cuántos nos faltan? ¿Y cuándo se
atravesó el caballo? ¿Fue en la mitad del camino? Y allí iban: la suma, la
resta, la multiplicación y la división. Como diría su hermana y colaboradora
Leticia, eran los planes del gobierno, pero… vivificados... Incluyendo toda la
realidad. Los niños debían estar atentos a todo: las distancias, las hormigas,
sus caminos, sus cargas, sus desvíos, sus colores, sus patas ¡todo! E igual con
los pájaros, los árboles, las hojas, etc.
Las formas geométricas estaban en el camino,
los canteros, los troncos, las ramas, las hojas…
Aprender
Geografía debió ser una fiesta. Lo hacían armando sobre una mesa ¡con barro! el
mapa del país y una vez que tenía allí marcados los accidentes como ríos o
montañas y los limites de las provincias, al final les plantaban banderitas con
los nombres de los lugares.
Además,
no había notas y los más grandes se sentían importantes cuando los más
chicos les pedían ayuda, y los más
chicos, agradecidos a los más grandes…
Todo
fue tan imaginativo… y al mismo tiempo casi natural…
La
escuela tenía una cooperadora, pero sus
miembros eran elegidos… ¡por los alumnos!. Desde meses antes se exhibían los
carteles partidarios. Llegado el día del comicio aparecían las mesas con las
autoridades correspondientes. Terminada la votación, frente a todos, abrían las
urnas y se contaban los votos.
Pero
hubo algo extraordinario: la orquesta imitando el canto de los pájaros. Creo
que fueron ocho, niños y niñas, los que demostraron esa habilidad. Y la
orquesta se armó bajo la dirección de Leticia que les exigía mucha atención a
su batuta. Sus integrantes, aunque no eran forzosamente los de mayores méritos
intelectuales, se destacaron sobre los demás.
Me estimuló a recordar y a hacer conocer más la obra de esta maestra argentina, unas líneas escritas por uno de nuestros filósofos más importantes. En la página 125 de su libro “El hombre y la cultura” nos dice Francisco Romero que se declara incapaz de describir lo que pasa con los alumnos de Olga Cossettini, que sólo se puede tener idea de ello si se ve la cara de alegría e interés de esos niños por el conocimiento.
Olga
Cossettini fue separada de la escuela Carrasco en la que ejercía, en agosto de
1950. Medida mantenida hasta mucho después de su muerte, en 1987.
Sin
embargo, no sólo ella y su obra en ese entonces advertían sobre la necesidad
imperiosa de un fundamental cambio pedagógico, para un desarrollo integral del
ser humano. Fueron muchos, tanto en América como en Europa los que lo
preconizaron.(1)
Un
sabio chileno, Humberto Maturana, unos años posteriores pues nació en 1928,
crea la teoría de la autopoiesis, por la que estuvo a punto de recibir el
Premio Nobel: con dicha teoría define las formas generales de la
autodeterminación del ser vivo. Llevado esto al plano de la conducta humana, la
determinación por lo que le gusta, por el amor que él mismo ha generado en el
grupo familiar que lo recibe con su nacimiento, son claves generales donde
podríamos subsumir los resortes pedagógicos en que se apoyó Olga Cossettini.
Esto
que está en la base de la teoría de Maturana lo advertimos todos cuando estamos
frente a una vida que empieza a desarrollarse, ya sea humana, animal o vegetal.
Con
el bebé, nace la familia, escribe Maturana, y se va desarrollando
armónicamente, es “la armonía fundamental”.
En la educación actual, el niño deja de serlo, para ser un proyecto ajeno. No vive su presente. El niño debe estar ahí, no en el futuro. Que juegue. No que deba escoger entre alternativas impuestas por otros. Escoger desde sí, lo hace responsable.
Video
La
prédica de Maturana se basa en la autoconciencia, la búsqueda de uno mismo y de
una educación que emocione.
Somos
niños crecidos, afirma. La familia es la escuela de la humanidad, la oficial es
creada, artificial. En ésta se estimula la competencia, pero en la competencia
no soy yo, sino el otro.
El
niño debe vivir en plena confianza maternal, abierto a todo hasta convertirse
en adulto.
Expuso
sus ideas en más de 10 libros. El primero
de ellos es de 1984 “El Árbol del Conocimiento”.
La
necesidad de conocer nuestro yo, para interpretar lo demás sobre esa base,
viene desde Sócrates.
José Saramago, (1922-2010), Premio Nobel de
Literatura, estuvo en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires; vino a presentar una de sus novelas: “La Caverna”.
No le hacía falta promoción.
Allí
Saramago dijo: El liberalismo viene
contra todo y contra todos. Se prepara un mundo para ricos. Hay millones para descartar. Para
oponernos no tenemos más que… “conciencia”.
El pensamiento pedagógico de Olga Cossettini, se pliega a esa corriente
y pudo llevarlo a la práctica, pese a sus diferencias políticas, psicológicas,
sociales y filosóficas con la espiritualidad dominante de su época. No quiso
encerrarse en un partido político ni en una ideología. Se determinaba por lo
que “ella” veía en la realidad. En el terreno pedagógico, la discrepancia era
absoluta: el alumno no debía ser un receptor de conocimientos sino que debía,
descubriendo el mundo, descubrirse.
Por
primera vez la habían cesanteado en 1921 por luchar por los derechos de los
maestros.
Olga
poseía un algo, un don especial, que le permitía una feliz comunicación. En
1930, época de crisis, siendo regente, inició la aplicación de los Centros de
Interés y de la Escuela Serena o Escuela Activa, junto a la directora de la
Escuela Normal “Domingo de Oro”, su hermana Leticia y todo el cuerpo docente.
Desarrolló
luego ampliamente esto, cuando fue directora de la Escuela Gabriel Carrasco de
la ciudad de Rosario. Allí Olga Cossettini tuvo
libertad para actuar porque la escuela había sido declarada experimental
por Juan Mantovani, Secretario de Educación de la provincia.
La
escuela estaba situada cerca del río, al que salía a visitar todos los días con
sus alumnos, “niños pobres, de padres trabajadores.
Muchos de esos niños también trabajan en las horas del día en que no concurren
a la escuela”, informa Menin (2).
Sus
principios pedagógicos fueron Libertad y Arte. En su escuela no sonaban
órdenes, timbres o campanas; a la hora del recreo empezaba la música de los
grandes maestros, Bach o Beethoven, por
ejemplo. Al escucharla, los niños sabían que, si querían, podían salir al
patio. La música, sus autores y su época también se explicaban, relacionándolo
todo con el presente, e incluso con la comunidad y sus personajes. Escribe Olga
Cossettini en sus memorias sobre el creador de la educación física en la
Argentina: “Una mañana Romero Brest llegó en el momento en que los niños salían
al patio con sus sillas y se ubicaban al pie del altoparlante para
escuchar uno de los habituales conciertos fonoeléctricos. Los alumnos conocían
la música nativa, el canto y la danza, del folklore que en las clases
cantaban. Pero yo había traído de los Estados Unidos una colección de
discos para la educación musical de los niños que Radio Victor había grabado
con el asesoramiento del maestro Arturo Toscanini, la
colección se proponía la educación musical a través de una serie de
grabaciones sabiamente elaborados. Un libro acompañaba a la colección y
enseñaba. Esa mañana los niños iban a escuchar una cara del disco (tamaño
mediano) que tenía grabadas tres canciones de cuna: una de Bach en flauta,
la otra de Mozart en
violín, la tercera de Brahms en
flauta y violín. La atención era perfecta; escuchaban y
pedían volver a escuchar; repetida la canción la tarareaban hasta el
final y sabían distinguir los instrumentos. Romero Brest estaba
sorprendido y creo que también emocionado.”
Se entiende así que el director del Cuarteto de Laúdes de los Hermanos Aguilar, “famosos en Europa y en los Estados Unidos, se vinculara existencialmente con la escuela.
El
sentido musical que la escuela colectivamente desarrollaba pareció encontrar su
apoteosis en el coro de pájaros “en el que la riqueza de los sonidos
componían una música como de un Debussy, un Ravel, un Prokoneff, un Alban Berg
que hubieran andado por allí entre nubes sonrientes” según escribió uno de
los célebres visitantes, Juan Ramón Jiménez. Lo reflejó La Capital de Rosario,
como documenta Olga Cossettini:
“Creo
que fue en…1948 que vino a Rosario la celebrada actriz Margarita Xirgú. El patio
se llenó de niños, de maestros, de vecinos pues la noticia corrió veloz
por el barrio. Al día siguiente el diario “LA CAPITAL” publicó lo
siguiente:
“SE REALIZÓ UNA
FIESTA EN LA ESCUELA EXPERIMENTAL.”
“En
la “Escuela Experimental de Alberdi”, que dirige la señorita Olga Cossettini,
se efectúo ayer a la tarde una simpática fiesta en la que los más
aventajados alumnos del establecimiento demostraron sus admirables
condiciones de estudiantes prolijos e inteligentes. La fiesta tenía ayer una
importancia inusitada, pues concurrieron a la misma la actriz Margarita
Xirgu, algunos destacados elementos de su compañía, dirigentes de los
organismos de cultura de esta ciudad e invitados especiales. Los alumnos representaron
“La Manca”, de Gabriela Mistral; “El Caballero de la Mano de Fuego”, de
Javier Villafañe, y “La Hilandera de los cabellos de oro”, de Mario, uno
de los más inteligentes estudiantes de la Escuela. Pero lo que realmente
causó extraordinaria impresión en el público, fue la orquesta de Pájaros,
a cargo de varios alumnos que imitaron el canto de numerosos pájaros, bajo la
inteligente dirección de Leticia Cossettini.”
Y sobre el teatro de títeres, hecho en la escuela de Javier Villafañe, pudo decir Juan Ramón Jiménez: “Habló la boca de unos lindos títeres, voz aguda y fina que todos conocíamos en sus matices particulares. Entonces siguieron tres estampas mágicas de mi “PLATERO”, escenificaciones extraordinarias de un juego, una nochebuena y un carnaval. Qué maravillante armonía de color, sonido y ritmo, sobre qué fondos de primorosa estilización de colores y luces”… y se despidió dándole un beso a cada uno de los 400 alumnos.
El mundo de la cultura toda pareció sentirse convocada por la escuela experimental, según el propio testimonio de Olga Cossetini.
“Con
AURELIA MORELLO, vecina de Alberdi y muy querida profesora, y con Leticia,
integrábamos la C.D. de la Filial del Colegio Libre de Estudios Superiores
de Bs. As. Destacadas personalidades ocuparon la cátedra, ya por conferencias o
cursos Dr. Roberto
Giusti, Jorge Luis Borges,
José Luis Romero, El historiador de la
ciencia, Ing. José Babini, la escritora Victoria Ocampo, Prof. Vicente
Fatone, el Dr. Ernesto Epstein, el
poeta español Rafael Alberti, el poeta
cubano más importante que entonces era Nicolás Guillén.
Venir a Alberdi significaba para aquellos
distinguidos visitantes, el descanso o un alto en la tarea y les costaba
el regreso cuando el paisaje y la quietud se apoderaba de ellos…Vine
enfermo y me voy sano” nos dijo el Profesor Juan Mantovani, Ministro de
Educación de la Provincia, una mañana que llegó a la escuela con su mujer,
la escritora Fryda Schultz de Mantovani, quien dedicó poco tiempo después
la poesía “EL RÍO Y EL SOL”, que dice así:
Para
Olga Cossettini. Para los niños de la Escuela “GABRIEL CARRASCO” de Rosario.
El sol, en silla de nubes,
en el río se contempla,
las mejillas rubicundas
y candente cabellera.
El espejo se le borra
Porque el río con él juega,
y le hurta los cristales
y en la costa se los quiebra.
Canta el río con voz clara,
pero el sol no le contesta
y en la silla de sus nubes
ya se esconde y no se muestra.
Canta el agua azul y verde
y en el canto la voz tiembla…
Pero el sol, que no se enfada,
viene ya con la respuesta.
Y otra vez el río corre
y otra vez el sol lo besa.
¡Alegría de las olas
que alcanzaron con sus crestas
a tocar en el poniente
las doradas, finas hebras!
En la cuna de las aguas
el sol tibio se recuesta;
va a marcharse. El río manso
lo despide hasta la vuelta.
Un ¡adiós! Agita el aire,
y vestido de violeta
gime el río solitario
porque el sol se va y lo deja.
Despedida de la tarde:
poco adiós y mucha pena.
Hay un río en el silencio
y una sombra que lo acecha.
Fryda Schultz de Mantovani.
Santa Fe, marzo de 1939.”
De
Gabriela Mistral, reconocida con el
premio Nobel de literatura, cuenta Olga. que “al despedirse de la escuela:
gozosa al terminar la mañana, me tomó de las manos y me dijo: “Que Dios la
bendiga, yo siempre soñé que mi escuela fuera como la suya pero Ud. ha
sido más valiente que yo, porque yo la he traicionado alejándome de
la mía. Que Dios me la guarde a UD. bien para que siga haciendo por los
niños obra tan bella””.
Y,
desde el río, les mandó una carta:
“¡Ande
siempre el trigo en lustra probidad racial, ¿vuele el trigo en vuestro donaire
criollo; los americanos palpemos en vosotros siempre una nobleza de trigo;
y seáis vosotros, niños argentinos, lo que esta vieja maestra quiere,
cuando mira a cada niño de su raza: grano maduro para resistir el mal y grano
tierno para amasar la humanidad que pide todavía Cristo, la cristiandad
cabal, la que parece que no hubiese nacido aún y que Cristo tal vez ya no
espera sino de nosotros, gente americana, gente nacida para la nobleza y la
piedad totales!. Firmado: Gabriela Mistral. Rosario, 5 de Abril de 1938.”
Olga
Cossettini fue conocida también a través de sus libros, ya en 1935, publicó “La
Escuela Serena” y después en el 40: “El niño y su expresión”; en el 42 “La
Escuela Viva” y por último en 1976 “El lenguaje y la escritura en 1 º grado”.
Integró un tiempo el comité del periódico «Educación Popular» con Luis
Iglesias, José Nervi, Delia Etcheverry, Thelma Reca, Marta Samatán, Amanda y
otros.
Todo
el material pedagógico relativo a las Cossenttini está archivado y es
considerado desde 2005 patrimonio del CONICET.
Como
sus compañeros de tareas reconocían los beneficios de la pedagogía de Olga,
después del 50 cuando fue separada del cargo, en la Escuela Gabriel Carrasco,
sus ex alumnos no sufrieron tanto el cambio porque los maestros que quedaban
siguieron aplicando el método enseñado por ella.
Por
su parte Olga no quedó inactiva después que la separaron de la escuela. Trabajó
como secretaria en el Colegio de Estudios Superiores, hasta 1954.
Derrotado
Perón, fue designada inspectora de las escuelas de Santa Fe. (1955-1957)
En
1958 fue Directora general de Escuelas de Buenos Aires.
Su
hermana Leticia había guardado cajas con fotografías, cuadernos, dibujos y
otros materiales con los que el cineasta Mario Piazza, pudo producir la
película “La Escuela de la Señorita Olga”, que tuvo difusión y reconocimiento
internacional. Entre otros encontré el de la fundación Konex de 1986 y una beca del museo de arte fundado por el
filántropo judío estadounidense
Guggehim. Reconocida en Francia e Inglaterra, fue delegada oficial del Congreso
de Planificación de la Educación de la UNESCO, y luego en 1969, se la designó
como Experta en la formación de maestros de Honduras.
Muchos
años antes, Aníbal Ponce había celebrado su escuela, fustigando el absurdo
pedagógico de la enseñanza oficial, que nada hacía por extender un ensayo de tan prometedores resultados.
Dicen
que en la medida disciplinaria que se le aplicó en el 50, nada menos que: “Por
aplicar ideas subversivas estructuradas en al extranjero”. tuvo mucho que ver
Leopoldo Marechal.
Y
quién era Marechal? Un novelista, autor de “Adan Buenos Aires”, dramaturgo y
poeta, versátil hasta el punto de que por un tiempo negó su propia obra, para
adherir con fuerza al peronismo.
Olga
Cossettini que no imponía nada por obligación, tampoco podía imponer la lectura
del libro de Evita “La Razón de mi Vida”, pero el gobierno quedaría muy mal si
la sancionaba sin más, por eso el
respaldo intelectual de Marechal al redactar el decreto, para muchos disimuló
el hecho.
Respaldo
que luego, la Libertadora le hizo pagar… pero sin restablecer la escuela
experimental.
Y
Olga Cossettini no pudo ver en vida que un gobierno socialista en Santa Fe, le
levantara formalmente el cargo. Mientras,
su escuela serena seguiría desaparecida hasta el día de la fecha.
(1) “Makarenko en Rusia, Neil en Gran Bretaña, Maciel, Vergara,
Fossatti y Alvarez en Argentina, Jesualdo en el Uruguay, fueron sus
contemporáneos en ensayos de escuela nueva, si bien fundadas en filosofías
distintas.”
Prof. Dr. Ovide Menin, “El ensayo de «escuela serena» realizado por las
hermanas Cossettini en la República Argentina.”
(2) Menin,
ob. Cit.